Han tenido que pasar tres meses para poder calibrar las enseñanzas de un pope de la comunidad gitana española. Infelizmente, Enrique Giménez, falleció. Si bien es cierto que ha dejado un vacío muy grande y de imposible reparación no es menos verdadero que ha dejado un importante legado de sabiduría y bonhomía. Su obsesión fue la enseñanza y la educación para que las niñas y los niños, en riesgo de exclusión social, no se vieran relegados al olvido inaceptable. Tenía muy claro, y así lo expresaba monotemáticamente a modo de mantra, que paliar la situación de desigualdad inexistente en la comunidad gitana sólo sería posible elevando el nivel de instrucción del colectivo. Por todo ello confiaba ciegamente en el modelo educativo de éxito, que garantizará el pleno derecho y disfrute del básico y fundamental derecho a la educación en toda su plenitud. Estudioso de los modelos educativos de éxito, que condenan la segregación y garantizan resultados óptimos del rendimiento escolar y anulan el fracaso escolar y el absentismo, tenía claro que en la comunidad gitana española se está vulnerando, al menos, el sagrado derecho a una educación de éxito.
La otra gran enseñanza recibida, referida a la organización progitana, fue la falta de unidad en el colectivo gitano. La organización social gitana, a través de una miríada de fundaciones, asociaciones, plataformas ciudadanos y cualquier otra forma de vindicar la problemática del pueblo gitano, se ha convertido en una mera institución prestadora de servicios sin adaptación alguna al ideal democrático. Son muchísimas (quizá excesivas y, hasta insoportables), en su decir, demasiadas carencias que hoy en día sobrelleva la comunidad gitana. A continuación reproducimos, íntegramente, la ponencia pronunciada en Sevilla que alude a todas estas cuestiones y que quedan como jalones de un fenómeno social: la cuestión gitana, irresuelta.