La hoja de ruta trazada desde la metáfora mariniana supone la panacea para que la escuela española, y con ella la sociedad, se transforme en una institución de “alta calidad”. Habida cuenta que el sistema educativo debe ocuparse de la socialización pero también de la humanización, el rosario de bondades enunciadas en el libro ‘Despertar al Diplodocus’, tales como enseñanza de base dialógica , escuela inclusiva, contribución al desarrollo de las capacidades humanas, pone en solfa la calidad del sistema educativo español, al menos y de forma elocuente y falsable, en los centros marginales educativos del Estado español: la conspiración educativa, definitivamente, no ha prosperado en el ámbito de la educación marginal. Todavía más, en la escuela marginal, concentrada en los colegios CAES, se cronifican las aptitudes por las que vamos en aceleración progresiva y en dirección opuesta al monoculturalismo y a la segregación.
Una cultura de base multicultural requiere para su correcto mantenimiento de un sistema educativo de orientación multicultural. En primer lugar la educación multicultural es una crítica al contenido eurocéntrico, y por ende monocultural, y al ethos de gran parte de los sistemas de educación prevalecientes. Nos encontramos, en decir de Parekh, con que “... también los contenidos de los programas educativos son los propios de la civilización europea [...] este espíritu general que se aprecia en los sistemas educativos tiende a glorificar y acentuar que la civilización europea es algo único, mientras que resta mérito o ignora directamente los logros y las contribuciones de las demás”.
«El sistema educativo debe estar exento de eurocentrismo, o al menos, reducir éste a su mínima expresión, ya que la educación se ocupa no sólo de la socialización sino también de la humanización»
Las limitaciones de la educación monocultural son variadas y obvias. Para empezar convierte en rígida a la imaginación, en segundo lugar inhibe las facultades críticas, además de su inherente tendencia a generar arrogancia, insensibilidad y racismo. Una primera conclusión es que la educación monocultural no es buena. Y no lo es porque se basa en generalizaciones superficiales y estereotipos reduccionistas que hacen poca justicia. El objetivo de la educación debe ser la contribución al desarrollo de las capacidades humanas por ende, el sistema educativo debe estar exento de eurocentrismo, o al menos, reducir éste a su mínima expresión, ya que la educación se ocupa no sólo de la socialización sino también de la humanización.
La crítica a la educación multicultural se basa en axiomas falaces carentes de sentido y de todo fundamento racional aludiendo al fomento del culto a la etnicidad, que socava la cultura común, que distorsiona la historia y mina la unidad social. La educación multicultural, por su parte, lejos de radicalizar la educación, diluye a lo étnico en la cultura haciendo de ésta un capital humano a compartir. Dadas unas ciertas condiciones, esto es hacer que funcione la conspiración educativa enunciada metafóricamente en el texto ‘Despertar al Diplodocus’, es probable que una sociedad multicultural sea estable, vibrante y esté unida. Bajo los parámetros de una cultura común de base multicultural, una educación multicultural, con la aplicación de sistemas educativos de éxito y una idea de identidad nacional plural e inclusiva es posible convertir a la escuela española en una institución de alta calidad.
«La educación multicultural, por su parte, lejos de radicalizar la educación, diluye a lo étnico en la cultura haciendo de ésta un capital humano a compartir»
El presidente de la Fundación Punjab nos ha inculcado, a modo de mantra, el siguiente concepto: las escuelas no son lugares que pongan en peligro las culturas minoritarias. Simplemente, los integrantes ‘minoritarios’ requieren la seguridad de que en ellas sus hijos y sus hijas no serán corrompidas por otras normas y otros valores. También, a modo de mantra, ha denunciado en distintos foros y en numerosos artículos, la situación de la educación en los colegios marginales. En este sentido comparte las tesis marinianas de la escuela como primer motor del cambio, poniendo en solfa el concepto de igualdad de oportunidades. En mi opinión resulta necesario, con perentoriedad, repensar el concepto de igualdad de oportunidades pues debe ser interpretado de una forma culturalmente sensible: transformación de los centros educativos, aplicación de planes educativos de éxito, mejorar el estilo educativo, hacer efectiva la complementariedad de las familias en los procesos docentes. La exigencia de la no corruptibilidad consiste en la aplicación correcta de los planes educativos de éxito en el entorno de la diversidad social que refleja la escuela de nuestros días. La movilización educativa, preconizada por José Antonio Marina, ciertamente parece olvidada en dónde más necesaria resulta, especialmente en lo que atañe al estatuto docente, en las escuelas CAES que jalonan, para vergüenza de todos, el mapa educativo de la España de nuestros días.
«Bajo los parámetros de una cultura común de base multicultural, una educación multicultural, con la aplicación de sistemas educativos de éxito y una idea de identidad nacional plural e inclusiva es posible convertir a la escuela española en una institución de alta calidad»
En las sociedades que se ha estado, desde la noche de los tiempos, demonizando a grupos étnicos, léase gitanos en España, cuando han estado expuestos al odio y a la hostilidad puede que necesiten de un tratamiento diferenciado. Cierto es que el principio diferencial a estos grupos viola el principio de igualdad pero de hecho lo que hace es colocarlos en situación de igualdad respecto del resto de sus conciudadanos. Asistimos al contexto de ‘igualdad en la diferencia’. Con una aclaración fundamental y supone que el tratamiento igualitario que debe dispensarse a las comunidades culturales es lógicamente diferente del que se debe dispensar a los individuos. Porque ocurre que el trato igualitario entre comunidades esta inveterado y es inseparable de las relaciones políticas y culturales existentes entre las comunidades. De ningún modo se puede fundamentar la igualdad en la uniformidad pues basar ésta en aquella tiene consecuencias nada deseables.
Es momento de traer a colación la liquidación practicada por Antonio Carmona, en su texto manifiesto ‘Sobre la cultura gitana’, en el cual alude de forma somera el tema de la educación. Oigamos al profesor: “...La situación presente de la etnia gitana se explica por la totalidad de su pasado, es decir, por la historia de las realidades que en ella se dieron. Por tanto, aplicar soluciones, o lo que es lo mismo, proyectar el futuro de la comunidad gitana depende de una exhaustiva evaluación de su presente, remontándose lo más posible en las causas, quiero decir, en el pasado. Resultando en síntesis que la situación actual de los gitanos es la de una etnia en un proceso de aculturización progresiva que hace falta reconvertir mediante dos instrumentos: el primero consiste en dotarnos de una conciencia histórica que nos haga plenamente conscientes de las rupturas que caracterizan nuestra cultura hoy. El segundo supone aceptar los cambios necesarios para paliar nuestras carencias culturales que nos sitúen en el mundo de hoy. Lo primero se consigue mediante la educación, la formación y la capacitación intelectual y profesional [...] Lo segundo, con una pautada, pero firme, política social...”.
«...la conspiración educativa planteada por Marina, de talante “alegre, creadora, útil y éticamente deseable, circula a toda velocidad pero en dirección contraria. Indefectiblemente, y con premura, se necesita de una terapia de choque para salir del coma inducido que sufre la educación marginal»
Una educación multicultural con buena salud debe hacer de la escuela una organización que aprende. En una lectura crítica y pormenorizada de Marina se tiene claro que la tarea no es fácil, y “precisamente por la dificultad de producir un cambio en la cultura del aprendizaje, debemos recabar todas las ayudas necesarias”. Y la clave de bóveda supone en centrarse en los agentes que deben mejorar el aprendizaje haciendo de la escuela una organización que aprende... “lo demás vendrá después”, sentencia el filósofo. Y aquí comienza la liquidación del sueño del diplodocus, en lo referente a su conspiración educativa en relación con la educación marginal. En su obra nos relata el estado de la situación de la escuela española, nos indica el camino a seguir para conseguir un sistema educativo de éxito; todo un rosario de actuaciones que, por desgracia, no llegan significativamente a la escuela marginal de este país. El diplodocus, en el colectivo escolar segregado, no está dormido. Ni mucho menos. El bicho, por desgracia en la escuela pública de atención especial (¡¡¡el acrónimo CAES resulta patético!!!), está catatónico. Y en el mismo ámbito, la conspiración educativa planteada por Marina, de talante “alegre, creadora, útil y éticamente deseable, circula a toda velocidad pero en dirección contraria. Indefectiblemente, y con premura, se necesita de una terapia de choque para salir del coma inducido que sufre la educación marginal.
Con la comunidad gitana, en el ámbito educativo, ya se ha experimentado bastante. Al cabo, lo realmente eficaz han sido la implementación de programas educativos de éxito. Marina, en su obra ‘Despertar al Diplodocus’, afirma: “...no se trata (sólo) de conseguir transformar una escuela mediocre en una escuela de alto rendimiento, sino de transformar todo el sistema educativo, actuar sobre el entorno, promover una sociedad del aprendizaje que a su vez produzca una sociedad del conocimiento, que a su vez haga progresar la calidad de vida [...] según se vaya consiguiendo, la escuela recuperará su protagonismo y podrá aspirar a la excelencia”.