Muchas esperanzas desvanecidas, mucho tiempo perdido, muchos ríos de tinta derramados sobre la estrategia nacional de la Inclusión Social de la comunidad gitana 2012-2020. Enrique Giménez, presidente de la Fundación Punjab, viene denunciando desde largo tiempo la injusticia social y la irresponsabilidad política que ha supuesto la implementación del plan. La traducción de todo ello, a la realidad cotidiana de la comunidad gitana en este período, ha sido un franco retroceso en el problema de la vivienda, de la enseñanza, del ámbito laboral... Todo un dilema agravado por la epidemia que sufrimos.
Hemos llegado al fin del trayecto. El plan de la Estrategia Nacional para la inclusión social de la pobla- ción gitana, 2012-2020, ha expirado. Estamos, como siempre que se trata de gitanos en una maldita espiral, en un continuo déjà vû, igual que al principio. El plan, aprobado en consejo de ministros en febrero del año 2012, ha sido un fracaso estrepitoso. Pasan las décadas y la sensibilidad social existen- te hacia la comunidad gitana continua naufragando. Es más, en no pocos casos, ha ido en franco dete- rioro. La empatía hacia lo gitano está bajo cero. Para comprobar esto sólo es necesario un ligero paseo por las redes sociales. Además, es una realidad constatable que aunque las gitanas y gitanos españoles son ciudadanos de pleno derecho sufren en la actualidad una situación de manifiesta deisgualdad estruc- tural respecto a sus conciudadanas y conciudadanos.
También es una verdad como un templo que desde la comunidad gitana se ha promovido el reco- nocimiento de su historia (bandera y víctimas del Holocausto, principalmente), su lengua y su cultura como patrimonio de todas y todos los ciudadanos. La lógica apunta en una dirección: hay que justifi- car los presupuestos de un plan, que me recuerda a los planes económicos y de desarrollo de la era soviética de nefasto recuerdo, que sobre el papel es perfecto y ejemplar, pero por permanecer intacto, ha cosechado unos ratios deplorables. La traducción de todo ello a la realidad social, obviamente, es el franco retroceso en el problema de la vivienda, de la enseñanza, del ámbito laboral, ..., todo un dilema agravado aun más, si cabe, por la maldita epidemia que estamos sufriendo.
«...las gitanas y los gitanos españoles sabemos de buena tinta que hay vida tras la chapuza de la Estrategia Nacional de la Inclusión Social de la Comunidad Gitana 2012-2020... La irresponsabi- lidad generada es de tintes graves porque es una injusticia social la dejadez de personas situadas en la marginalidad, muchas de ellas gitanas y gitanos... ¿es por desconocimiento de la situación (cosa que resulta a todas luces imperdonable) o bien es por falta de sensibilidad política?»
La inactividad del plan ha sido un buen termómetro de la sensibilidad social existente. Dado que el documento estratégico ha resultado, al cabo, papel mojado se puede colegir que la preocupación por la comunidad gitana está bajo cero. Esta sensación inveterada en el sentimiento mayoritario en nada ayuda a la vertebración social que desde mi punto de vista es fundamental para lograr la cohesión social. Así, pues, desde la FUNDACION PUNJAB, nuestra preocupación y nuestro esfuerzo está diri- gido a conseguir una vertebración social plena. Estamos plenamente convencidos que si existe un grupo instalado secularmente en la marginalidad es una parte importante de la comunidad gitana. Por mucho crecimiento económico que se augure para el futuro más inmediato, a pesar de la infame pandemia que estamos soportando, de no estar en condiciones de poder disfrutar de ese beneficio, por parte de gran parte de la comunidad gitana, todo será inútil. En este sentido la herramienta proporcionada por el gobierno del Estado, a través del plan que pudo haber sido y no fue, marca las directrices para solucio- nar el grave y secular problema de la gran mayoría de los integrantes de la comunidad gitana. Así nos encontramos, como dejo entrever el historiador recientemente fallecido Santos Juliá, con el problema gitano sin resolver.
Y seguimos en las mismas. En nuestros días el problema gitano ya no es que siga sin resolver sino que tan siquiera sigue sin plantearse. Los derroteros abordados por las organizaciones gitanas nau- fragan en el mar del saber escaso. La teoría está muy clara pero a la hora de ponerla en práctica el bata- cazo es mayúsculo. La mencionada Estrategia resulto ser basicamente un cúmulo de medidas de claro signo positivista, en la cual y grosso modo era fundamental aplicar la discrimación positiva, en resu- men, ayudar más a quién más lo necesita. Definitivamente, y por desgracia, se ha convertido en un mero protocolo de intenciones. Empero resulta fundamental vindicar, con toda la energía posible que nos per- mita la democracia, que con estrategia o sin ella se deben llevar a la práctica las recomendaciones de la Comisión Europea plasmadas por nuestro gobierno y que son de obligado cumplimiento para todas las administraciones autonómicas y locales. No se trata de detallar minuciosamente la Estrategia pero puedo garantizar que es una embarcación adecuada. Se trata de la Estrategia Nacional para la Inclusión Social de la Población Gitana en España 2012-2020 ha permanecido intacta. Está virgen. Incomprensible pero cierto.
Así, pues, las recomendaciones —contenidas en la Estrategia— surgen por doquier en todos los organismos. Los oídos sordos, sin embargo, son más fuertes. Cuando oímos la sentencia del consejo de Europa se nos estremece el corazón cuando afirma: «urge interrumpir la transición intergeneracional de pobreza y exclusión social de los menores gitanos desde su más tierna infancia». El fiasco de la Estrategia Nacional, en suma, ha supuesto un documento de buenas voluntades, una especie de ‘proto- colo de intenciones’ —¡¡¡Cuánto esfuerzo y tiempo perdido!!!— para mantener las expectativas de las gitanas y gitanos españoles, que no ha sido en modo alguno vinculante (se podían haber ahorrado ese consejo de ministros de febrero de 2012). Que lástima, cuánto esfuerzo desperdiciado creando expec- tativas para que a la hora de la verdad quede todo quede cual azúcarillo diluído en agua.
«La traducción del fallido plan estratégico a la realidad social, obviamente, ha sido el franco retroceso en el problema de la vivienda, de la enseñanza, del ámbito laboral, ..., todo un dilema agravado aun más, si cabe, por la maldita epidemia que estamos sufriendo.»
En educación infantil, por ejemplo, establecía varios puntos destacando el apoyo a la incorpo- ración de la población gitana en el período de 0-3 años, dando prioridad a las familias con riesgo de exclusión social. En programas de Primaria y Secundaria, entre otros, destaca el impulso de programas de mediación entre las familias y la escuela, fomentando la incorporación de profesionales gitanos y gitanas. Otros puntos de máxima relevancia eran elevar la participación en el mercado de trabajo y reducir el desempleo, reducir la temporalidad y la segmentación del mercado laboral, reforzar el traba- jo a tiempo parcial y la flexibilidad interna de las empresas, mejorar y adecuar las competencias profe- sionales a las necesidades del mercado, promover una rápida y adecuada reinserción de las personas en el mercado de trabajo y promover la igualdad de género, eran los compromisos contraídos por nuestro país en el Programa Nacional de Reformas. Pues nada de lo dicho ni nada hecho.
Por otro lado las gitanas y los gitanos españoles sabemos de buena tinta que hay vida tras la cha- puza de la Estrategia Nacional de la Inclusión Social de la Comunidad Gitana 2012-2020, al cabo, eso es lo que hace la administración del Estado con las minorías étnicas. La cruda realidad es que cuando oimos el término implementar a los más avezados nos entra la risa floja. Los ítems referidos a educa- ción tales como educación infantil, primaria y secundaria, post-obligatoria, educación de personas adul- tas y erradicación del analfabetismo, formación del profesorado en la educación intercultural, inclusión de la diversidad, al igual que los referidos a empleo, vivienda, salud, son simplemete verbalismo huero. La irresponsabilidad generada es de tintes graves, en principio, porque es una injusticia social la deja- dez de personas situadas en la marginalidad, muchas de ellas gitanas y gitanos. Y en cuanto a las res- ponsabilidades ¿es por desconocimiento de la situación (cosa que resulta a todas luces imperdonable) o bien es por falta de sensibilidad política?
La Constitución Española y la legislación europea ampara los derechos y libertades de las ciu- dadanía gitana y no-gitana y establece los principios de la no discriminación, de igualdad de derechos y oportunidades además del reconocimiento y la protección de la diversidad cultural, religiosa y lin- güística. Nuestras organizaciones se proponen combatir activamente cualquier forma de racismo, anti- gitanismo o xenophofia activando una serie de políticas dirigidas a reparar la memoria histórica de una cultura y un pueblo perseguido injustamente que ha sufrido de forma secular intentos continuados de asimilación y de genocidio. Por ende se reafirma la plenitud de derechos de la ciudadania gitana, sien- do la infancia marginal una parte importante de esa ciudadania, que en la actualidad sufre una situación de manifiesta desigualdad estructural respecto a sus conciudadanos y conciudadanas. Mi pretensión, por megalomana que parezca, no es otra que recoger los anhelos de progreso, bienestar e igualdad de derechos y oportunidades de la infancia escolar marginal, en particular, y de toda la comunidad gitana española en general. Todo ello se recoge en otro Plan estrategico, promovido por el gobierno valencia- no de reciente promulgación, que tiene su núcleo en la ciudadanía gitana de dicha comunidad. Les deseo toda la suerte del mundo en el desarrollo de dicho plan. Dicho esto resulta imprescindible tener en cuenta el gran descalabro que ha supuesto el plan nacional para no cometer los mismos errores. Más todavía: que los errores del plan nacional no se conviertan en los horrores del plan autonómico. Como resulta obvio es, simplemente, un aviso para navegantes. Desde una óptica gitana, y con muchos cami- nos andados por los frondosos bosques de la administración, éste y todos los otros marcos estratégicos habidos los acogemos con las dudas del agnóstico, las sonrisas del indiferente y con las inseguridades del escéptico. Visto lo visto no hay para menos.
Nosotros los gitanos, con paciencia benedictina, esperamos siempre con esperanza, somos un pueblo que ha sufrido de forma secular intentos continuados de asimilación y de genocidio, y pesar de todo no cesaremos en aplicar la máxima Freireriana de no reducir nuestro esfuerzo para hacer posible mañana el imposible de hoy. Y, tal vez porque no nos queda otra, seguimos afianzados en la plena con- vicción que el denominado problema gitano debe dar un giro copernicano, con plan o sin él, para con- seguir una sociedad más igualitaria, más libre y, en defintiva, más justa.