Los porcentajes y ratios que arrojan en el seno de la comunidad gitana en materia de educación son alarmantes. A cualquier gobierno, de darse dichas cifras en el ámbito educativo en la población general, le saltarían todas las alarmas y crearían una crisis de estado. Tratándose de la población gitana no existe este problema. Ni alarmas encendidas, ni crisis de estado. Entra, según el paradigma dominante, en parámetros de normalidad. Tan sólo un poco más del cuarenta por ciento del alumnado gitano termina la educación obligatoria. El resto vidas truncadas: seis de cada diez niños gitanos no terminan el periodo de educación obligatoria. Las causas y consecuencias del drama educativo en el colectivo gitano producen y cronifican las aptitudes por las que vamos en aceleración progresiva y en dirección opuesta al monoculturalismo y a la segregación.
La metáfora esbozada por José Antonio Marina, uno de los autores señeros en el ámbito de la educación, en su obra ‘Despertar al Diplodocus’ y que supone la transformación de la escuela para crear una institución de alta calidad, ha quedado en el olvido más absoluto. Sólo una mirada a vuela pájaro de los Informes Pisa, especialmente el último, constatan esta tesis. El rosario de bondades educativas, por las que el sistema educativo debe ocuparse de la socialización pero también de la humanización, tales como la enseñanza de base dialógica, escuela inclusiva, contribución al desarrollo de capacidades humanas, y otras colaterales, ponen en solfa la calidad del sistema educativo español. La conspiración educativa pregonada por el filósofo español, definitivamente, no ha prosperado en el ámbito de la educación marginal, concentrada mayormente en los centros CAES que jalonan el mapa educativo de nuestro país.
«“El rosario de bondades educativas, por las que el sistema educativo debe ocuparse de la socialización pero también de la humanización, tales como la enseñanza de base dialógica, escuela inclusiva, contribución al desarrollo de capacidades humanas, y otras colaterales, ponen en solfa la calidad del sistema educativo español».
Una cultura de base multicultural requiere para su correcto mantenimiento de un sistema educativo de orientación multicultural. En primer lugar la educación multicultural es una crítica al contenido eurocéntrico, y por ende monocultural, y al ethos de gran parte de los sistemas de educación prevalecientes. Nos encontramos, en decir de Parekh, con que “… también los contenidos de los programas educativos son los propios de la civilización europea […] este espíritu general que se aprecia en los sistemas educativos tiende a glorificar y acentuar que la civilización europea es algo único, mientras que resta mérito o ignora directamente los logros y las contribuciones de las demás”.
Las limitaciones de la educación monocultural son variadas y obvias. Para empezar convierte en rígida a la imaginación, en segundo lugar inhibe las facultades críticas, además de su inherente tendencia a generar arrogancia, insensibilidad y racismo. Una primera conclusión es que la educación monocultural no es buena. Y no lo es porque se basa en generalizaciones superficiales y estereotipos reduccionistas que hacen poca justicia. El objetivo de la educación debe ser la contribución al desarrollo de las capacidades humanas por ende, el sistema educativo debe estar exento de eurocentrismo, o al menos, reducir éste a su mínima expresión, ya que la educación se ocupa no sólo de la socialización sino también de la humanización. La crítica a la educación multicultural se basa en axiomas falaces carentes de sentido y de todo fundamento racional aludiendo al fomento del culto a la etnicidad, que socava la cultura común, que distorsiona la historia y mina la unidad social. La educación multicultural, por su parte, lejos de radicalizar la educación, diluye a lo étnico en la cultura haciendo de ésta un capital humano a compartir.
«Asistimos al contexto de ‘igualdad en la diferencia’. Con una aclaración fundamental y supone que el tratamiento igualitario que debe dispensarse a las comunidades culturales es lógicamente diferente del que se debe dispensar a los individuos (…) De ningún modo se puede fundamentar la igualdad en la uniformidad pues basar ésta en aquella tiene consecuencias nada deseables».
Hemos denunciado en numerosos artículos la situación de la educación en los colegios marginales. En este sentido compartimos las tesis marinianas de la escuela como primer motor del cambio, poniendo en solfa el concepto de igualdad de oportunidades. En mi opinión resulta necesario, con perentoriedad, repensar el concepto de igualdad de oportunidades pues debe ser interpretado de una forma culturalmente sensible: transformación de los centros educativos, aplicación de planes educativos de éxito, mejorar el estilo educativo, hacer efectiva la complementariedad de las familias en los procesos docentes. La exigencia de la no corruptibilidad consiste en la aplicación correcta de los planes educativos de éxito en el entorno de la diversidad social que refleja la escuela de nuestros días. La movilización educativa, preconizada por José Antonio Marina, ciertamente parece olvidada en dónde más necesaria resulta, especialmente en lo que atañe al estatuto docente, en las escuelas CAES que jalonan, para vergüenza de todos, el mapa educativo de la España de nuestros días.
«Los colegios CAES, de nuestra ciudad y de tantos otros lugares de España, se han convertido en verdaderos centros gueto en donde se perpetua la segregación (…) tenemos que recordar que los centros son los únicos responsables de los programas educativos que se ejecutan».
En las sociedades que se ha estado, desde la noche de los tiempos, demonizando a grupos étnicos, léase gitanos en España, cuando han estado expuestos al odio y a la hostilidad puede que necesiten de un tratamiento diferenciado. Cierto es que el principio diferencial a estos grupos viola el principio de igualdad pero de hecho lo que hace es colocarlos en situación de igualdad respecto del resto de sus conciudadanos. Asistimos al contexto de ‘igualdad en la diferencia’. Con una aclaración fundamental y supone que el tratamiento igualitario que debe dispensarse a las comunidades culturales es lógicamente diferente del que se debe dispensar a los individuos. Porque ocurre que el trato igualitario entre comunidades esta inveterado y es inseparable de las relaciones políticas y culturales existentes entre las comunidades. De ningún modo se puede fundamentar la igualdad en la uniformidad pues basar ésta en aquella tiene consecuencias nada deseables.
«Indefectiblemente, y con premura, se necesita de una terapia de choque para salir del coma inducido que sufre la educación marginal. No es de recibo que solamente el 41 por ciento del alumnado gitano termine la educación obligatoria. Visto lo visto podemos afirmar categóricamente, y sin medias tintas, que el derecho a una educación de ‘calidad’ está siendo vulnerado en el colectivo gitano. El principio de equidad y critica, como principio básico de la nueva ley de educación, no se cumple en modo alguno».
Una educación multicultural con buena salud debe hacer de la escuela una organización que aprende. En una lectura crítica y pormenorizada de Marina se tiene claro que la tarea no es fácil, y “precisamente por la dificultad de producir un cambio en la cultura del aprendizaje, debemos recabar todas las ayudas necesarias”. Y la clave de bóveda supone en centrarse en los agentes que deben mejorar el aprendizaje haciendo de la escuela una organización que aprende… “lo demás vendrá después”, sentencia el filósofo. Y aquí comienza la liquidación del sueño del diplodocus, en lo referente a su conspiración educativa en relación con la educación marginal. El diplodocus, en el colectivo escolar segregado, no está dormido. Ni mucho menos. El bicho, por desgracia en los centros públicos de atención especial (¡¡¡el acrónimo CAES resulta patético!!!), está catatónico. Y en el mismo ámbito, la conspiración educativa planteada por Marina, de talante “alegre, creadora, útil y éticamente deseable, circula a toda velocidad pero en dirección contraria. Indefectiblemente, y con premura, se necesita de una terapia de choque para salir del coma inducido que sufre la educación marginal. No es de recibo que solamente el 41 por ciento del alumnado gitano termine la educación obligatoria. Visto lo visto podemos afirmar categóricamente, y sin medias tintas, que el derecho a una educación de ‘calidad’ está siendo vulnerado en el colectivo gitano. El principio de equidad y critica, como principio básico de la nueva ley de educación, no se cumple en modo alguno.
«…por ello por lo que en el caso de la comunidad gitana se vulnera, y no es baladí la repetición, el derecho a una educación de calidad. A la pobreza y la exclusión se suman la ausencia de la aplicación de programas educativos de éxito con lo cual la situación del alumnado es de plena vulnerabilidad».
Nuestras estimaciones indican que hay más de trescientos de estos centros y otro número indeterminado se encuentra en proceso de concentración de alumnado racializado de diferentes orígenes culturales y geográficos. Los colegios CAES, de nuestra ciudad y de tantos otros lugares de España, se han convertido en verdaderos centros gueto en donde se perpetua la segregación. Dicho fenómeno es un sin sentido desde el punto de vista de la mayoría de los pedagogos, los cuales en distintos congresos han denunciado dicha situación y los de los países nórdicos han denunciado ésta espetando que la segregación está prohibida por ley. Aquí tenemos que recordar que los centros son los únicos responsables de los programas educativos que se ejecutan. Entonces, ¿por qué no se aplican en dichos centros proyectos educativos de éxito? ¿porqué no se legisla en este sentido la obligatoriedad de aplicar programas educativos de éxito? Lo que resulta evidente, para vergüenza de las autoridades educativas, en la realidad práctica del día a día que nuestro sistema educativo no posee la flexibilidad para compensar las desventajas y superar las diferencias existentes. Y todo ello a pesar de que por primera vez la nueva ley problematiza el concepto de segregación. Es por ello por lo que en el caso de la comunidad gitana se vulnera, y no es baladí la repetición, el derecho a una educación de calidad. A la pobreza y la exclusión se suman la ausencia de la aplicación de programas educativos de éxito con lo cual la situación del alumnado es de plena vulnerabilidad. Todo ello contribuye a que el colectivo marginal, racializado y no racializado, entre en una espiral que perpetua la estratificación social.