Los gitanos han implementado diversas estrategias de supervivencia. La suya es una cultura resistente y resiliente, durable y transmitida de padres a hijos. Han resistido, durante siglos, ante el poder, la escasez y la precariedad de alternativas, adaptándose, en función de las posibilidades de cada situación historica; conservando una clara memoria colectiva de lo que vivieron sus antepasados...” son palabras de Salvador Carrasco, en su relato histórico, sobre la aparición de los gitanos en el viejo continente que está documentada desde principios del siglo XIV.
Los gitanos son un pueblo diferenciado de otros en la Espanya de hoy. Es así desde el siglo XV. A lo largo de un dilatado período histórico, lleno de vicisitudes de todo tipo, se puede decir que han estado sometidos, como grupo étnico, a cambios y adaptaciones profundas en los diferentes entornos sociales y políticos en los que han vivido. La suya ha sido, y sigue siendo, una cultura discernible pero versatil y adaptaticía. Son una minoria heterogenea y con una identidad étnica compartida y difusa. Hay tipos muy diversos de gitanos: todos ellos gitanos, pero muy diferentes entre sí. En otra colaboración abordaremos este tema, clave para entender quién es quién en la España y la Cataluña de hoy.
Los gitanos lo son por ascendencia, autoidentificación y reconocimiento de la comunitat gitana. Tienen una cultura propia, la Roma, una y diversa a la vez. Son de origen indio y, en opinión de muchos, europeos y transnacionales de projección. Tienen una lengua propia, el romanó. Posiblemente constituyen la minoria étnica mas vulnerable de Europa. Son poco conocidos y, con frecuencia, seguramente a causa de ese mismo desconocimiento, lo poco que se sabe de ellos está teñido de tópicos, desgraciadamente, muy extendidos; quizás el primero pensar que son un todo homogéneo y marginal.
«Son muchos los gitanos que han aprovechado las oportunidades de integración a la vida social. A los ojos de algunos otros gitanos se han ido ‘apayando’ y a los de otros se han ido invisibilizando como gitanos. Y esto pasa, tanto o más que por su invisibilidad, porque tendemos a reconocer como gitanos sólo a los marginados y a los que se han adaptado a la exclusión social o a los que confirman nuestros estereotipos negativos.»
Una minoria étnica de cultura resistente y resiliente
La presencia de los gitanos no siempre es reconocida hoy por muchos de sus conciudadanos, a pesar de que mantienen genuinamente su identificación como gitanos. En este sentido, la distinción entre identidad y contenidos étnicos es altamente significativa. Son muchos los gitanos que han aprovechado las oportunidades de integración a la vida social. A los ojos de algunos gitanos se han ido ‘apayando’ y a los de otros se han ido invisibilizando como gitanos. Y esto pasa, tanto o más que por su invisibilidad, porque tendemos a reconocer como gitanos sólo a los marginados y a los que se han adaptado a la exclusión social o a los que confirman nuestros estereotipos negativos.
A lo largo del tiempo, los gitanos han implementado diversas estrategias de supervivencia. La suya es una cultura resistente y resiliente, durable y transmitida de padres a hijos. Han resistido, durante siglos, ante el poder, la escasez y la precariedad de alternativas, adaptándose, en función de las posibilidades de cada situación historica; conservando una clara memoria colectiva de lo que vivieron sus antepasados; aprendiendo de un pasado lleno de dificultades que les ha enseñado a acoplarse con la población mayoritaria, sin renunciar a una potente identificación étnica. Este pueblo ha aprendido a doblarse sin romperse y sin perder sus raices, como los juncos en la vera de los rios. Hoy los gitanos son ciudadanos de pleno derecho y tienen una cultura y una identidad diferenciada.
«Los gitanos también fueron conocidos como grecianos a lo largo del siglo XV y XVI. Entre nosotros viven aún auténticos “roms kalderari”, artistas y caldereros en otras épocas o aún ferreteros hoy. Algunos eran oriundos de Rusia y emigraron, de Grecia (Corfú) hasta Cataluña y Portugal, a principios del siglo XX.»
Esta minoría, históricamente y de manera mayoritaria, ha estado encuadrada entre los estratos sociales más bajos de la sociedad. Son, relativamente, pocos los que han ocupado y ocupan posiciones sociales más elevadas. Algunos de ellos han practicado una fuerte militancia étnica. En buena parte, para conocer algunos momentos del pasado, la historia de los gitanos hay que analizarla en relación con la de otros grupos sociales minoritarios, como los moriscos, los judios y grupos sociales más bajos de la étnia mayoritaria de la sociedad española ( ‘pícaros’ o gentes de la ‘germania’, por exemplo) que acababan en prisiones y galeras, que eran auténticos infiernos flotantes. En expresión de Ferran Soldevila, los gitanos, durante la era moderna, ocuparon en la escala social, el escalón anterior al de los esclavos.
La primera presencia de los gitanos a Europa: los ‘bohemianos del Pequeño Egipto’
Desde mediados del siglo XIX, los lingüístas del ámbito indoeuropeo que han estudiado el origen de la lengua gitana han convenido en el origen indio de la lengua romaní. Así lo testimoniaban les huellas dejadas en la lengua de los gitanos por diferentes idiomas de los países por los que pasaron, en el largo itinerario que les llevó de la India al sur de la Península Ibérica.
Los gitanos aparecen en la Europa de finales del siglo XIII y llegan al sudeste europeo a lo largo del siglo XV. Los mecanismos de segregación y exclusión social se generalizarían ya a finales de aquel siglo. En los territorios de los principados centroeuropeos rumanos, por ejemplo, los gitanos serían sometidos a un duro régimen de esclavitud, del que no saldrían hasta mediados del siglo XIX.
«... Posiblemente constituyen la minoria étnica mas vulnerable de Europa. Son poco conocidos y, con frecuencia, seguramente a causa de ese mismo desconocimiento, lo poco que se sabe de ellos está teñido de tópicos, desgraciadamente, muy extendidos; quizás el primero pensar que son un todo homogéneo y marginal.»
La presencia de los gitanos en Europa está documentada desde principios del siglo XIV: estaban en Creta el año 1322 y en Kosovo el 1389. Pero la primera gran migración se había hecho ya en el siglo XIII por Moldavia y Crimea. Habían seguido el camino migratorio que poco después harían tártaros y turcos. Cuando estos fueron derrotados se darían las circunstancias que favorecerían la esclavización de los gitanos, como sería el hecho de la presencia de la peste negra, que asoló el territorio de Valaquia y las zonas limitrofes y que haría necesario el relevo de una mano de obra escasa. La mayoría de la población gitana europea de la época vivía ejerciendo oficios poco considerados socialmente o instalada en situaciones de miseria y pobreza extrema. Algunos de ellos, sin embargo, eran “maestros herreros”.
Ya en su primera gran emigración hacia Europa, los gitanos fueron conocidos como ‘egipcianos’. El nombre les sería atribuído desde el prejuicio descalificador con el que serían vistos en la Europa moderna por los influyentes medios eclesiásticos de la época: eran vistos como gentes con vestidos, costumbres, idioma y prácticas extrañas. Además cultivaban las artes esotéricas, como la magia. El estereotipo anti-gitano estaba servido. El nombre de egipcianos se les asignó desde la creencia que su origen estaba en el ‘Pequeño Egipto’ (la región de Nicomedia, el lado anatolio del Bósforo) y, seguramente, porque este supuesto origen permitía a los clérigos dar alguna explicación plausible sobre el origen de los gitanos, desde el punto de vista de los conocimientos populares de la historia sagrada. Lo cierto es que durante el siglo XIV la influencia egipcia y turca otomana en los territorios por los que pasarían los gitanos había sido una realidad.
Algunos de estos hechos pueden ayudar a entender determinados mitos sobre los ‘egipcianos’, auténticos anti-estereotipos contra las leyendas que les eran adversas. En uno de ellos, por ejemplo, se atribuía el robo de uno de los clavos con que crucificaron a Jesús de Nazaret, abreviándole así los padecimientos de la cruz. Otro podría ser la justificación de su paso por Europa como una peregrinación al sepulcro de Santiago (en Santiago de Compostela), en cumplimiento de determinadas penitencias impuestas por la Iglesia.
Otro nombre con el que también serían conocidos sería el de ‘bohemianos’. Con él se hacía alusión tanto a su procedencia inmediata del centro de Europa, como al hecho de que el Emperador Segimon, Augusto y rey de Hungría, Bohemia, ..., expediría, el año 1417, unos salvoconductos a unos grupos de gitanos, a los que se les abrieron las puertas de Hungría, Bohemia y muchos otros países de la Europa Occidental de la época. Segimon atribuiría rango de noble, a un tal Ladislas “voivoda de una cierta nación de cíngaros”.
De hecho, los grupos familiares gitanos frecuentemente presentaban a sus cabezas como nobles, duques y condes, adoptando con una estrategia ‘camaleónica’, las formas de los lugares por los que pasaban y, en parte, su imaginario colectivo. Juan II de Aragón, por ejemplo, hablaba de un guiatge o salvoconducto del 1477, de un tal “Conte Martí, capitán o conductor de los bohemianos del Pequeño Egipto”.
Los gitanos, maestros del arte de los metales.
Una leyenda rusa del siglo XIX, recogida per el historiador Vaux de Foletier, contaba que entre los gitanos de los Urales se relataba una historia sobre la aparición del caballo (grast) en la vida de los gitanos. “Grast” era una palabra armenia incorporada a los dialectos gitanos, durante el paso de las migraciones de los zíngaros-lom por la Anatolia de los siglos XI al XIII.
La leyenda venía a decir que sus antepasados tratados como parias y despreciados por la Humanidad, habían vivido sometidos a un temor constante: “cualquier soldado o granjero tenía derecho a matar a todo hijo de nuestra raza”. La sangre de los gitanos “había empapado los campos y los huertos” ... cuando sus enemigos “bajaron desde las altas montañas” ... “creíamos que nuestra raza desaparecería”. Pero la diosa Laqui “envió caballos veloces para salvar nuestro pueblo de la muerte”. Aquellos antepasados tomaron miles de caballos para huir al galope lejos de sus enemigos (probablemente la leyenda aludía a los turcos y mongoles venidos de las montañas del Cáucaso). Y siguen huyendo, concluye el relato “hasta nuestros días, porque siguen estando envueltos de enemigos”.
De hecho, durante la entrada en Europa, los gitanos llamarían la atención por sus elegantes caballos, por sus conocimientos del oficio de la herrería y por la práctica de la cura y adiestramiento de estos animales. Muchos de ellos eran estañadores y caldereros, auténticos maestros del arte de los metales (“magistri ferri”), además de excelentes músicos y artistas. Algunos gitanos, durante la primera mitad del siglo XV, denunciarían a les autoridades haber sido víctimas del robo de algún caballo “pura sangre” por parte, como comentaba la historiadora Amada López de Meneses al presentar el documento que contenía aquella denuncia, de personas no gitanas. Unos se llevan la fama y otros cardan la lana...
Los gitanos también fueron conocidos como ‘grecianos’, a lo largo del siglo XV y XVI. Entre nosotros viven aún auténticos ‘roms kalderari’, artistas y caldereros en otras épocas o aún ferreteros hoy. Algunos eran oriundos de Rusia y emigraron, de Grecia (Corfú) hasta Cataluña y Portugal, a principios del siglo XX. Huían de la persecución de los bolcheviques primero, y después padecerían la terrible experiencia de los campos de exterminio nazis. Algunos de ellos sobrevivirían a la gran riada del 1962, en la desembocadura del Besós (Sant Adrià), librándose, providencialmente, de ser devorados por el ‘Rio del Olvido’.
Orígenes y primera presencia de los gitanos en los reinos hispánicos.
“Cuando nací ya hace milenios
aunque sea reciente mi carné
todo era mucho más hermoso
pero aquello duró
lo que el relámpago
o tal vez menos.
Después vino el destierro
héjira desde siempre
por todos los caminos
proscrito
apátrida
de todas las coronas
acosado por la jauría
vejado
fustigado
por decretos
cincelados a punta de desprecio”.
José Heredia Maya
El 12 de enero del 1425, Alfonso V de Aragón firmaba en Zaragoza un guiatge o carta de paso a favor de un tal Juan del Egipto Menor. En él se autorizaba por tres meses a aquel ‘estimado y devoto’ personaje, y a los suyos, a transitar por los territorios de la Corona. Es el documento más antiguo que acredita la presencia de los gitanos en la Corona de Aragón. Poco después, el mismo año se otorgaba otra licencia al ‘Conde Tomás, del Egipto Menor’. De hecho, habían solicitado salvoconductos para ir de peregrinación a Santiago, Roma i otros santuarios de la Cristiandad. El permiso les sería concedido temporalmente. Los documentos no hacían más que exhortar a las autoridades a acoger estos grupos de gitanos, de entre ochenta a cien personas y facilitar sus peregrinajes, dándoles así el tratamiento y la atención que tradicionalmente se concedía a los peregrinos a Santiago de Compostela, como ya se indicaba en el Codex Calixtinus, auténtica guía de los peregrinos a Santiago de la Edad Media.
La historiadora Amada López de Meneses publicaría en la revista Pomezia, durante los años 1967–1970, una serie de artículos con algunas de aquellas cartas de paso. Durante el siglo XV recorrieron el territorio peninsular grupos de gitanos, hasta unas 2000 ó 3000 personas, con una extraordinaria movilidad. Obtendrían también salvoconductos como estos, que marcan una primera etapa, una fase de tolerancia y buena acogida de los gitanos en los reinos hispánicos y en la Corona de Aragón en particular. Pero pronto comenzarían a cambiar las cosas. Así se les autorizaba a viajar por Aragón y Castellón, en el año 1460; entraban en Jaén el 22 de noviembre de 1470; en Valencia el 1471. El 4 de febrero de 1474 el ‘Magnífico Joan, Comte del Egipto Menor’ obtenía un salvoconducto para Barcelona y el año siguiente lo obtenía ‘Paulo, duc del Pequeño Egipto’.
Sin embargo, el día 2 de septiembre de 1484 salía del Municipio de Castellón la primera medida conocida contra los bohemianos, ordenando “que de continent se’n vagen”, si fuera preciso a la fuerza. Comenzaba, a finales del XV, otra larga etapa de expulsiones y persecución.