QUO VADIS, GITANOS?

por Ángel Giménez

Ángel Giménez

La situación actual de la comunidad gitana española se explica por la historia de las realidades que se han dado. La proyección del futuro de los gitanos y gitanas españoles depende de una rigurosa evaluación de su presente. Es necesario dotarnos de una conciencia histórica que implementen las rupturas que caractericen nuestra cultura actual y, del mismo modo, paliar nuestras carencias culturales. Todo ello se consigue mediante la educación y con una firme política social. La cuestión gitana ha sufrido una intoxicación notable al ser tratada únicamente bajo el prisma de política asistencial. Los gitanos sufren carencias respecto a la autoconciencia de su situación y no existe participación de los gitanos en las instituciones de nuestro país. Los gitanos estamos integrados en la sociedad española, somos españoles de pleno derecho (o al menos eso dice la Constitución) y compartimos la realidad social, cultural, política y económica de nuestro Estado. Las acciones desarrolladas por las organizaciones gitanas obvian esto y se dedican únicamente a la política asistencial, por ello la conciencia colectiva gitana, plasmada en el movimiento asociativo ha resultado un fracaso estrepitoso. La comunidad gitana española necesita con perentoriedad un cambio de paradigma radical. De lo contrario lo único que va a ocurrir es perpetuar el esperpento y aumentar el negocio de las subvenciones. Ha llegado el tiempo del cambio radical y reorientar la cuestión gitana para, de una vez por todas, salir del impasse en que se halla la comunidad gitana española.


“Toda reflexión sobre los gitanos debería comenzar o terminar con esta pregunta: ¿cuántos y quiénes son los gitanos? La identidad, el reconocimiento propio y el reconocimiento mutuo es una tarea abrumadora y, tal vez, sin sentido; cuando no ‘peligrosa’ para el sistema social imperante, que expulsa y denigra lo que no puede asimilar o deglutir; que acepta la diversidad sólo si ésta contribuye a la preservación y a la regulación del sistema”. Son palabras del ínclito profesor Antonio Carmona, en su extraordinario texto titulado Sobre la Cultura Gitana, que escribió hace varias décadas atrás y que nadie, hasta el momento, no se ha atrevido a rebatir. Cuando esto ocurre significa que tiene más razón que un santo; y por lo que atañe a este artículo viene como anillo al dedo, a modo de preámbulo, para abordar la cuestión gitana. Concretamente a la organización gitana. Vaya por delante que ésta se ha convertido en una jaula de grillos y, dicho sea de paso, ha perdido el norte en todos los objetivos trazados.

«Los que han intentado establecer una identidad gitana en base a eliminar la pobreza como elemento discriminador y discriminante, conocidos como iluminados (la expresión es del profesor Carmona) no son otra cosa que falsos mesías con todos los medios a su alcance, a saber, payasos del mesianismo».

Va de sí que en la actualidad en nuestra sociedad contemporánea, infectada por el virus de la globalización, se han disimulado las identidades travistiéndose de vulgaridad, de inmediatez y de disolución. Ciertamente con el fenómeno de la globalización como hecho irreversible la identidad ha quedado extraviada y despistada. Ello conlleva la vacuna del simulacro (en otros de mis artículos ya me he extendido suficientemente sobre tal concepto siguiendo los razonamientos de Baudrillard, todo un especialista en la materia) que en palabras del profesor Antonio Carmona “deshace lo verdadero hasta desvanecer la permanencia de lo real”. Ciertamente, en nuestro tiempo globalizado, la finísima línea entre lo verdadero y lo verosímil ha quedado totalmente diluida, de modo que el simulacro adquiere realidad propia y suplanta a lo verdadero, a saber, se conforma como realidad. Esto afecta de lleno al núcleo de la organización gitana puesto que se ha construido un simulacro en torno a ella que confunde al más pintado. Los ejes en los que están fundados los criterios son confusos, erróneos y están llenos de ninguna certeza.

…la finísima línea entre lo verdadero y lo verosímil ha quedado totalmente diluida, de modo que el simulacro adquiere realidad propia y suplanta a lo verdadero, a saber, se conforma como realidad. Esto afecta de lleno al núcleo de la organización gitana puesto que se ha construido un simulacro en torno a ella que confunde al más pintado. Los ejes en los que están fundados los criterios son confusos, erróneos y están llenos de ninguna certeza».

Dado que la identidad, o mejor dicho, el concepto de identidad ha cambiado y no sólo en su forma sino también en su fondo (puesto que ha mutado por completo la actitud con la que se investiga) sería más honesto y, por supuesto, más correcto hablar de referencias educativas, de referencias familiares, de referencias consuetudinarias, de usos y de costumbres, puesto que la identidad propia se conforma a lo largo de la historia y no es en absoluto esencia ni absoluta ni eterna. La identidad invade los ámbitos de lo semejante y de lo diferente y, por ende, es dinámica, abierta y viviente. Abordar la cuestión gitana para explorar caminos en pro de la convivencia y para la dignidad del Pueblo gitano, es un asunto de hermandad universal, y no de administrar la pobreza como se está haciendo desde el seno del asociacionismo gitano. Qué se pretende con dicho modo de actuación: aniquilarlos o descubrirlos, o bien consumar una integración asimiladora para posibilitar una convivencia sin trabas. Los que han intentado establecer una identidad gitana en base a eliminar la pobreza como elemento discriminador y discriminante, conocidos como iluminados (la expresión es del profesor Carmona) no son otra cosa que falsos mesías con todos los medios a su alcance, a saber, payasos del mesianismo. Eso, y no otra cosa, son los que detentan el poder en la organización gitana. Tienen, o creen tener, la misión salvífica de preservar la identidad gitana. Nada de eso, lo dicho, y en mayúsculas, payasos del mesianismo. El razonamiento del excelso profesor Carmona, referente vivo de la cultura gitana, nos alumbra sobre ello cuando afirma: “uno de los mayores problemas para tratar de comprender el transcurrir de la cultura gitana (léase identidad, y el paréntesis es mío) es el de analizar adecuadamente los momentos históricos esenciales que enunciaron los cambios cuando estos se produjeron. Ya se sabe que por la ‘situación’ social de la etnia gitana, de marginación y desclasamiento, el protagonismo de los mismos nunca nos correspondió. Pero, en cualquier caso, nuestra manera de estar en la Historia ha sido así y debemos asumirlo y ser conscientes de ella. Aceptemos que es casi imposible, por otra parte, no terminar siendo como los otros creen que uno es y así muchos de los sambenitos que nos han puesto han fructificado, más o menos […] Por tanto, la cultura gitana, no es como pudiera parecer, una cultura tradicional anclada en un estado primitivo, sino que en gran medida se conforma como una réplica de la cultura y la mayoría dominantes. Mezcla de fascinación y de repulsión, su desarrollo se acompasa, pues, en esa relación dialéctica, constituyéndose en torno a unas bases muy elementales: las del parentesco; y enfocándose al objetivo de la supervivencia. La cultura gitana ejemplifica así una cosmovisión, una manera de ser diferente, sin bases y sin estructuras autónomas y, al cabo, impropias”.

«la identidad gitana se basa en la fragilidad o en la fortaleza de ser gitano, eso en cuanto a individuos y como colectivo creemos ser una comunidad de creyentes en la diferencia. Aquí habría que preguntarse en qué consiste esa diferencia y si ésta es consistente. Y no basar la cuestión gitana en una cuestión asistencial, como ocurre en la actualidad, en que las organizaciones pro-gitanas existentes se han convertido en simples organizaciones prestadoras de servicios».

Todo esto pasa, infelizmente, desapercibido por los caudillos que detentan el poder en la estructura organizativa gitana. Entender la diferencia, entre gitanos y payos, es clave cuando aspiramos a comprender y a asumir la historia de la comunidad gitana española y vislumbrar el borroso horizonte del porvenir. Esto es así porque la cultura, y con ella la identidad gitana se basa en la fragilidad o en la fortaleza de ser gitano, eso en cuanto a individuos y como colectivo creemos ser una comunidad de creyentes en la diferencia. Aquí habría que preguntarse en qué consiste esa diferencia y si ésta es consistente. Y no basar la cuestión gitana en una cuestión asistencial, como ocurre en la actualidad, en que las organizaciones pro-gitanas existentes se han convertido en simples organizaciones prestadoras de servicios. También va de sí, con certeza absoluta, que si se hubieran tenido estos presupuestos teóricos, expuestos a modo de preámbulo en este texto, la construcción del organigrama progitano distaría mucho de ser el que es hoy por hoy.

«En resumidas cuentas todas las organizaciones, con sus fórmulas se ha manifestado manifiestamente incompetente, ineficaz y en la mayoría de los casos contraproducente. La respuesta podría ser perfectamente para perpetuar el esperpento».

Es hora de contar, de la mano de Antonio Carmona, haciendo un breve recorrido histórico la gestación y desarrollo del movimiento asociativo gitano que supone el núcleo de este texto. En su texto señero el profesor andaluz nos cuenta: “Desde los años sesenta se ha venido originando y conformando un movimiento reivindicativo por la igualdad de los gitanos, por su integración plena en la sociedad española, por su promoción, por la liberación de su marginación y por la superación de su pobreza. Aunque estos objetivos no creo yo que estuvieran muy claros en la mente de aquellos iniciadores. Mucho más seguro es que sus continuadores han convertido estas premisas en disfraz de lucro personal y de impostura social. Han proliferado las ‘asociaciones gitanas’ y los congresos, jornadas y encuentros se suceden. Los estudios, las ‘acciones políticas’ de las distintas administraciones dedican fondos y otros esfuerzos… ¿un negocio? ¿una estudiada maquinación del poder para asimilarnos? Ojalá no sea cierto lo que digo, pero por este camino, los gitanos tendremos que disfrazarnos para defendernos de los que nos quieren salvar a toda costa”. Se puede decir más alto pero no más claro. Abundemos más sobre estas líneas y pongamos nombres y apellidos a todo lo que fue el incipiente movimiento asociativo y su posterior desarrollo. Pero dejando bien claro, de antemano, como se ha repetido en este foro, por activa y por pasiva, que el modelo asociativo actual está periclitado y ha resultado un fracaso absoluto, a pesar de que el simulacro habido lo da como un modelo que funciona. Nada más lejos de la realidad. En román paladino eso tiene un nombre propio: hipocresía social.

«...el modelo asociativo actual está periclitado y ha resultado un fracaso absoluto, a pesar de que el simulacro habido lo da como un modelo que funciona. Nada más lejos de la realidad. En román paladino eso tiene un nombre propio: hipocresía social».

Tras el Concilio Vaticano II, en España, de mano de la Iglesia, en concreto de la Pastoral de Migraciones, se desarrolla el departamento de Pastoral Gitana que aglutina en diversas diócesis españolas el fomento y la promoción de los gitanos españoles. El embrión del futuro movimiento asociativo se tiñó, desde el principio, de matices patriarcales. Sacerdotes y religiosas concienciados por la situación del colectivo gitano se dedicaron prioritariamente a la liberación de la marginación y la superación de la pobreza. En suma caridad católica, atención asistencial detectándose distintos grados de convivencia y asimilación cultural. Se consiguió, en este periodo inicial, una aceptación progresiva aunque en diferentes grados, y se puede afirmar que aunque “la identidad básica no se perdió, las diferencias y la heterogeneidad cultural entre los gitanos españoles era ya evidente”. Sin medias tintas, lo que ocurrió en este periodo es que el gitano de ser un perseguido paso a ser un marginado social ocupando los estratos más ínfimos en la escala social. El fenómeno de la sedentarización era una evidencia en esta época, el nomadismo se hallaba prácticamente en periodo de extinción.

El crecimiento desemboco, con el advenimiento del periodo democrático en nuestro país, en la creación de la Asociación Secretariado General Gitano. De ámbito nacional se fueron creando satélites en todas las ciudades de España, al socaire de la Iglesia. En ese momento “el desenvolvimiento de la identidad gitana se va aquilatando como el fruto de la tensión que provoca el desacompañamiento con el desarrollo de las fuerzas productivas que definen la modernidad”. El espíritu de fraternidad universal fue la premisa distintiva de los primeros activistas gitanos en nuestro país. Con el paso del tiempo, los continuadores del movimiento prostituyeron dicho espíritu. Con ello todos los criterios originarios fueron degradándose, como nos enseñó el profesor andaluz, y se disfrazaron de lucro personal, con la consiguiente impostura social, que se ha multiplicado en progresión irreversible hoy en día. Cuando la organización eclesial creció se constituyó con estructura legal en forma de Fundación, la actual Fundación Secretariado Gitano. Había que justificar muchos salarios. El negocio se había consumado. En la actualidad, por desgracia, se ha convertido en una macro organización dedicada a administrar la pobreza del colectivo. Con el mayor presupuesto otorgado a todas las organizaciones progitanas por parte del Estado nos encontramos con idénticos ratios de eficacia que en épocas anteriores pero lo importante es justificar los salarios. La impostura social se perpetua. La Fundación Secretariado Gitano ha sido la referencia de los poderes de turno, tanto del Partido Popular como del Partido Socialista, que con sus políticas lo único que han conseguido ha sido consolidar el esperpento. Lamentablemente nos encontramos con un movimiento gitano sin gitanos, pues poco o nada hemos intervenido en el fenómeno del asociacionismo gitano. Escuchando la voz del profesor gitano andaluz, nos reafirmamos en esta tesis, pues “… Y, al fin, los pocos gitanos que están al frente, lo están por las posibilidades que les han dado los gachós, no por la confianza que han puesto los gitanos en ellos”.

La otra gran organización gitana, en paralelo a la Fundación Secretariado, es la Unión Romaní. Acaudillada por el otrora político, exdiputado del congreso español y del europeo, Juan de Dios Ramírez Heredia. La estructura es muy similar, y casi paralela a la tutelada por la Iglesia, con un rosario de asociaciones que jalonan toda la geografía española. La diferencia ideológica es notable. Es la versión secularizada pero con idénticos posicionamientos. La diferencia es cuantitativa pero no cualitativa. La gran queja, y que todavía hoy en día no entienden desde la dirección de la Unión Romaní, es que reciben la mitad de las subvenciones en cifras globales que el Secretariado. Paralelamente, bajo la tutela de la Unión Romaní, se han creado otros foros como el Instituto de Estudios Romaní, dedicado a la publicación de una revista que sólo tiene el mérito de su periodicidad, pues el rigor brilla por su ausencia. Lo mismo ocurre con la publicación señera de la Unión Romaní, el periódico Nevipens Romaní, y se le puede llamar periódico porque el único triunfo que atesora es su periodicidad. Los contenidos dejan bastante que desear, pues, es una publicación de carácter propagandístico y con escaso rigor periodístico, salvo escasas excepciones. De nuevo, lo de siempre, hay que justificar los dineros recibidos. Se han constituido además organizaciones regionales con el mismo nombre de actuación autonómica. Todo ello lo único que ha hecho es perpetuar el esperpento.

De todo el rosario de asociaciones gitanas han surgido como medio aglutinante las federaciones de asociaciones, en distintas autonomías. Nada nuevo han aportado al panorama gitano, ni las originales ni sus respectivos sucedáneos, eso sí han conseguido agrandar el sinsentido. Al cabo, se han convertido en meras organizaciones prestadoras de servicios. Por buena voluntad que pongan, y algunas de las personas que están al frente de dichas organizaciones de hecho la ponen, aunque son las menos, al nacer con unos criterios equivocados, las acciones de todo este movimiento en general son estériles. El cáncer del asociacionismo gitano es sistémico. En ningún caso es de recibo que la ingente cantidad de dinero que reciben sirva para tan poco. El espíritu misionero, ni tampoco el secularizado, no ha funcionado. El ratio de efectividad es muy bajo. Las personas gitanas que se benefician del trabajo asociativo gitano son muy pocas. Son flores en el desierto. Siempre he sostenido que trabajar con gitanos es harto complicado y el hecho es que la cuestión gitana ha ido a peor. Con seguridad no han leído al ínclito profesor Carmona y su texto sobre la cultura gitana pues, de haber organizado el trabajo asociativo bajo las premisas expuestas por éste, otro gallo cantaría. Infelizmente la pregunta que se hace en el texto tiene respuesta afirmativa. Es de todas un negocio. Mientras tanto, desde la noche de los tiempos y parafraseando al mejor historiador de contemporánea en España, ya fallecido, Santos Juliá, la cuestión gitana está por resolver. Mi pregunta es ¿hasta cuándo? La respuesta, para los optimistas bien informados, es la eternidad entera.

«Por buena voluntad que pongan, y algunas de las personas que están al frente de dichas organizaciones de hecho la ponen, aunque son las menos, al nacer con unos criterios equivocados, las acciones de todo este movimiento en general son estériles. El cáncer del asociacionismo gitano es sistémico. En ningún caso es de recibo que la ingente cantidad de dinero que reciben sirva para tan poco».

Me he referido someramente a las dos grandes organizaciones que tutelan la cuestión gitana pero todavía hay más. Con la llegada de la democracia a nuestro país se constituyó el Consejo Estatal del Pueblo Gitano. Todo un ‘bluf’. Es un organismo sin ningún poder vinculante. Otra organización más que nada nuevo aporta al bienestar y a la salvaguarda de los gitanos, ni de su cultura, ni de su identidad. En el texto Sobre la Cultura Gitana, podemos leer: “Los gitanos nunca han emprendido una lucha por el reconocimiento institucional ni social. Ni hemos competido nunca con otras colectividades, ni tan siquiera hemos convivido del todo, pues no se puede llamar convivencia a la asimilación, a al desclasamiento, o a la marginación que sufrimos. Aunque esta marginación tiene distintos niveles: siempre ha habido gitanos y hoy hay muchísimos que disfrutan de una posición social o económica acorde o incluso elevada. Tratantes, artistas, agricultores, artesanos, obreros, comerciantes, profesionales, etcétera, que han vivido o viven su identidad fervorosamente, sin complejos y conviviendo sin mayores problemas con los no-gitanos. Incluso gitanos pobres que, con dignidad, apego y determinación mantienen los valores esenciales de nuestra cultura. Muchos ven con estupor y desconfianza los artefactos que se van creando para su ‘bienestar y la salvaguarda de la cultura gitana’. Últimamente un llamado Consejo Estatal de Pueblo Gitano, incluso”.

En cuanto al reconocimiento institucional y social, dentro del fenómeno del asociacionismo gitano, para vindicar ante la administración la solución a la cuestión gitana y la defensa de su cultura, existe otro organismo el Instituto de Cultura Gitana, tutelado por el Ministerio de Cultura y dirigido por Diego Luis Fernández, abogado gitano y doctor en derecho, con el mensaje de crear un reconocimiento político de los gitanos españoles. Todo una predica en el desierto. Los gitanos seguimos sin tener un estatuto político propio. La labor asistencial hay que agradecerla pero no soluciona nada en absoluto. La igualdad proclamada en nuestra constitución española de 1978 clama por su ausencia. No existe el apoyo institucional adecuado. La cuestión gitano no se resuelve con el movimiento asociativo. El paradigma dominante no tiene visos de cambio, y con el fenómeno asociativo la cuestión gitana queda aglutinada en el simulacro. Al convertir la cuestión gitana en una actuación asistencial, de política social, no se ha hecho nada desde el punto de vista político. El reconocimiento político brilla por su ausencia. Será por ello, y está es la pregunta del millón, necesario consensuar propuestas para el pueblo gitano y hacerlas llegar a los partidos políticos. Será la vía política, el cambio de paradigma en la cuestión gitana, la solución para el pueblo gitano: un reconocimiento político mediante ley orgánica. Otra pregunta del millón.

En resumidas cuentas todas las organizaciones, con sus fórmulas se ha manifestado manifiestamente incompetente, ineficaz y en la mayoría de los casos contraproducente. Y como escribe Antonio Carmona: “… entre otras razones, porque en ningún momento nos hemos adherido a tal esquema reivindicativo. Pero sobre todo es más grave y absurdo que se haya revalorizado la ‘posición reivindicativa’ pero ninguna reivindicación. Aún con todo se sigue insistiendo, ¿por qué razones?”. La pregunta formulada tiene miga. La respuesta podría ser perfectamente para perpetuar el esperpento. En el ámbito político, obviamente, algo en el Estado no está funcionando pues no hay una participación real del Estado, sobre la cuestión gitana, en el ejecutivo. En opinión de algunos hay que crear una delegación del gobierno para el pueblo gitano. ¿Será lo que hace falta o, por el contrario, será otro artefacto para intentar la asimilación?

«En el ámbito político, obviamente, algo en el Estado no está funcionando pues no hay una participación real del Estado, sobre la cuestión gitana, en el ejecutivo. En opinión de algunos hay que crear una delegación del gobierno para el pueblo gitano. ¿Será lo que hace falta o, por el contrario, será otro artefacto para intentar la asimilación?».

Todas estas fabulaciones chocan con la triste realidad de un Pueblo que clama por unos niveles de consideración igualitaria, y que ven empeoradas día a día su penuria existencial. Las acciones emprendidas por todas las organizaciones mencionadas, a modo de conciencia colectiva gitana, está cosechando efectos negativos e inversos a los objetivos iniciales pues todos los ratios sufren una caída a la baja. No existe un ‘movimiento gitano’, pues no son gitanos sus protagonistas y, aun más, no se cuenta con los gitanos. La clave, de nuevo, nos la proporciona la lectura del texto Sobre la Cultura Gitana: “¿Se puede hablar de "movimiento gitano" sin que haya un debate colectivo, en profundidad, de los objetivos que deben constituirlo? ¿Se han intentado proyectos de participación que no se apoyen exclusivamente en las subvenciones o en el clientelismo político? ¿Se permite la disensión en lo que se llama "movimiento gitano", en las asociaciones "gitanas"? ¿En nombre de quienes actúan verdaderamente esas asociaciones? ¿Cómo se financian? ¿Rinden algo?”.

Tengo la certeza de que trabajar con gitanos es harto complicado. Es una tarea ardua que supone muchísimo esfuerzo y es de poco rendimiento. Por ejemplo, en educación, los ratios emanados por el famoso informe Pisa dejan a nuestro país a la altura del betún. Pues hay que tener claro que en lo referente al colectivo gitano estás cifras se agudizan. A pesar de todos los esfuerzos, a pesar de todos los programas, la cosa sigue igual o peor. Y me cuentan que ahora, en esta legislatura, quieren aumentar la edad de enseñanza obligatoria a los 18 años. Tamaño despropósito. Todo, y siguiendo con el ejemplo de educación, menos aplicar programas educativos de éxito. Cuestionar al organigrama gitano, toda esa conciencia colectiva gitana plasmada en el llamado ‘movimiento asociativo’, es una necesidad perentoria. En ningún caso los presupuestos globales destinados al colectivo gitano justifican la precariedad de los gitanos y gitanas españoles, especialmente a la infancia gitana, el sector más vulnerable. Hasta cuándo se va a poder mantener esta situación. Con política asistencial de medio pelo, y sin ningún tipo de vindicación política e institucional: Quo vadis, gitanos? Escuchando la voz de los históricos del movimiento, que visto lo visto han optado por la desafección, hay que conseguir como necesidad perentoria implantar, para resolver la cuestión gitana, dos premisas fundamentales, a saber, por un lado autonomía financiera y por el otro unidad del colectivo.

«Escuchando la voz de los históricos del movimiento, que visto lo visto han optado por la desafección, hay que conseguir como necesidad perentoria implantar, para resolver la cuestión gitana, dos premisas fundamentales, a saber, por un lado autonomía financiera y por el otro unidad del colectivo».