La vida de los gitanos no puede reducirse a cuatro clichés estereotipados. Los gitanos son todo lo que se quiera menos piezas folclóricas de museo.
Hablamos de “cultura gitana” y nos preguntamos por el concepto mismo de cultura.
Cultura es:
(VV.AA., 1991, La cultura davant del nou segle. Barcelona, Fundació Bofill, pp.9-10).
Hace unos años, el profesor Gustavo Bueno (El mito de la cultura Barcelona: Ed.Prensa Ibérica, 1996) hacía una crítica del proyecto de “cultura universal” por tratarse de un mito productor de confusión. Lejos de aquel concepto de “cultura universal”, partimos del concepto de cultura, en sentido socio /antropológico:
“en sentido etnográfico amplio, es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos o capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembros de la Sociedad”( E.B.Tylor Primitive Culture. Chicago, 1871).
Hablo de “cultura gitana” desde lo que se y aprendí de mis amigos gitanos y gitanas de aquí y allà. Y lo hago con la mirada del investigador y de mi limitado trabajo de campo. Creo conocer bien algo de la história de un pueblo que fué “vejado durante siglos” (José Heredia Maya Penar ocono, p.41); que “guarda en los pliegues del olvido” la manera como se vió tratado hasta nuestros dias.
Haciendo algo de la história más recinte de los gitanos de Cataluña tuve que contener mi pluma que clamava contra el abuso de poder y la impunidad arbitraria de aquellos “traslados forzados” de las barracas del Somorrostro (Barcelona) a los barracones de Sant Roc (en Badalona). Sólo se me ocurre citar ahora otros versos de José Heredia:
“Señor qué sed; que duros estos vinós;
qué sòrdida indigència en la embestida;
y qué cuerno, en la muerte de la vida,
cristales y destino” (Ibidem).
Conociendo estas histórias es preciso reconocer que si hoy muchos gitanos hablan o gritan así es porque fueron “cincelados a punta de desprecio”... A quienes pueden extrañar su receló?:
“Que a mi no me engaña nadie,
ni con regalos ni cuentos
ni con suspiros al aire” (p.59).
Es un gesto de buenos gitanos y gitanas que aún nos digan:
“Vayamos hombres y pueblos
a ejercer la libertad,
esa boda tan bonita
que a mi me hace tu igual”.
(José Heredia Camelamos naquerar
“Queremos hablar”).
También cantan una siguirilla que dice:
“Pero yo no aguanto
que no aguanto más
porque hasta las fieras del monte luchan
por su libertad”.
Y esta es la situación: anuncio de un mensaje de fraternidad y una lucha tenaz por la libertad, como la de las fieras del monte. No se puede ser más expresivo , ni más claro.
Hoy hablo desde lo que conozco y he investigado acerca de las condiciones de vida de los gitanos; desde lo que nos han enseñado de su cultura, de su manera de entender la vida y desde sus opciones de presente, de lo que ellos y sus famílias deciden por sí mismos y no solo de lo que desde los despacho y oficines administratives se piensa, se prescribe o se planifica para ellos.
Huimos tanto como podemos de un “discurso culturalista”, técnico o de expertos. Hablo estrictamente de lo que he aprendido con ellos y de ellos; de lo que he reflexionado a partir de lo visto y oido en algunos barrios y pueblos de Cataluña; de lo investigado en los archivos, que me dió a conocer el sinsentido de de muchas decisions políticas, que pusieron en evidencia la naturaleza del franquismo, las limitaciones de la transición democràtica y de los primeros años 80.
¿Cómo caracterizar la cultura gitana?.
Queremos recordar, también, una distinción fundamental: una cosa son los “contenidos culturales” concretos y otra muy diferente la identidad personal y col·lectiva. Puede haber una fuerte identificación étnica con pocos contenidos o trazos culturales.
En alguna ocasión he dicho que estan por aplicarse a los gitanos aquella sociologia y pedagogia de la Memoria que da cuentas y explica cómo el recuerdo de “lo que sufrieron los antepasados” permite a los gitanos revivir y recordar acontecimientos que marcaron su vida personal, familiar y col·lectiva como pueblo y los marcos sociales y políticos en que se produjo. Transmiten oralmente la história de su pasado, de padres a hijos, de maneras variades, con un lenguaje sencillo , plagado de anécdotas y , a veces, a través de cuentos y relatos populares.
La memòria col·lectiva de los gitanos es, también, selectiva, problematizada, inacabada y plural. Es un instrumento al servicio de su “lucha por la vida”, en la arena de la confrontación entre intereses sociales. Una arena en la que tantas veces fueron postergados, excluidos o marginados. Quizás muchos no conozcan a fondo su história, però la vida les enseñó a moverse por ella, a ser cautos y recelosos cuando conviene y a mantenerse, prudentemente, en guardia en la lucha por su libertad.
La memòria a que nos referimos se dirige a la Comunidad, a las nuevas generaciones y a quienes son receptivos a la significación de unos acontecimientos referidos a “un tiempo situado en el corazón del grupo”. Ni pasado, ni ni presente, ni futuro: un presente transtemporal, un presente del pasado y del futuro. Un amigo gitano me comentava hace años: “ nosotros miramos el tiempo como presente”. Y así es.
Es, también, una memòria que muestra y sana heridas y miedos, que se expresa en su arte, en sus cantes y en su poesia; que muestra , a la vez, la ausencia y la presencia del dolor vivido ... por ser una memòria íntima y col·lectiva.
“¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena».
(F. García Lorca).
A lo largo del período comprendido entre los años sesenta del siglo pasado y la actualidad, los cambios producidos en la vida de esta población son enormes y, aunque han alcanzado a todos los ámbitos de su existencia, se han dado, como siempre, sin pérdida de la identidad colectiva. Sin duda el balance es positivo.
Hemos sido testigos cercanos de esos cambios. Los gitanos están inmersos, hace décadas, en un largo, lento e inexorable, proceso de transición hacia nuevas formas de vida. Son conscientes de que han cambiado mucho, de que hay elementos o rasgos culturales tradicionales que se pierden: un motivo serio de preocupación para muchos de los «tíos». Pero saben y manifiestan abiertamente que es necesaria la lucidez en la adopción de nuevas estrategias que les permitan adaptarse a las nuevas situaciones, en una sociedad mayoritaria tan cambiante, sin por ello dejar de ser lo que quieren ser.
En nuestros trabajos de investigación hemos recogido expresiones inequívocas que así lo indican: «Hemos de avanzar, sin perder lo nuestro»; «la vida ha cambiado para mejor, también para los gitanos»; «hemos de procurar aprender, tener un oficio y luchar para tirar adelante, tal como está la vida, se ha de procurar que los niños y las niñas gitanos se preparen lo mejor posible y que, de mayores, consigan buenos trabajos».
En definitiva, una apuesta valiente por la autopromoción de todos los gitanos que legitima la asunción de los riesgos que comporta su opción; un cambio controlado que no lleve a la perdida de valores esenciales de la tradición. Una vieja gitana, recordando con añoranza los años en que vivía en la playa del Somorrostro barcelonés, nos decía que «se ha avanzado mucho, más de lo que se ha perdido». Y otro gitano afirmaba que «si por mejorar se pierden algunas costumbres, no pasa nada». Estamos ante una estrategia de acoplamiento con la sociedad mayoritaria, con concesiones mutuas, que permita la autopromoción gitana y les facilite «ser lo que hemos sido y queremos ser». Las familias gitanas y los grupos sociales que conocemos y hemos estudiado no son un producto exótico manipulable para embaucar turistas.
Nuestros compatriotas gitanos llevan entre manos una apuesta realista, proporcionada a las posibilidades que les ofrece el entorno, razonable y tenaz, hecha de coraje de futuro, basada en la memoria colectiva de su experiencia histórica como pueblo: recuerdo, valor y buen juicio. Ciertamente, no les faltan motivos para el recelo.
Quizás por ello, vigilan de manera intensa y continua y actúan sin dejarse llevar por la impaciencia o la desesperanza. no lo duden: saben de donde vienen («hégira desde siempre»), saben lo que quieren («paraíso gitano luna siembra») y saben a donde van («los pies no se me salen del camino») (José Heredia Maya).
En los años sesenta la situación de la población gitana era muy distinta a la de ahora. Muchas personas no estaban inscritas en el registro Civil. Hubo que registrarlos. Muchos eran de reciente tradición nómada: ellos mismos, sus padres o sus abuelos, no habían tenido asentamiemto permanente. Tampoco muchos matrimonios tenían «papeles», pues sólo estaban casados por el rito gitano.
Hoy, diríamos, casi todos tienen “papeles” y, en general, conocen muy bien sus derechos. Han cambiado, también, la edad de entrada al matrimonio, hoy más retrasada; ha bajado el índice de natalidad, no se suelen ver ya parejas con diez y doce hijos; y ha disminuido muy notablemente el conocimiento del caló, a pesar de que se haya iniciado una cierta recuperación del romanó, entre una minoría inquieta de gitanos y gitanas. Hoy, como antes, la mobilidad territorial de la población gitana es un hecho no limitado al territorio español, sobre todo con destino a Francia, Portugal , Latinoamérica....
Hemos vivido y estudiado varios traslados de barrios. Parte de nuestra vida la pasamos entre barraquistas («exbarraquistas» hoy) o hemos tenido parientes muy cercanos que lo fueron, con el cúmulo de problemas que esto representó durante la segunda mitad del siglo pasado. Aunque, todavía, en algunos asentamientos hay barracas e infravivienda, hoy la gran mayoría de gitanos vive en barrios y/o polígonos estandarizados, con mayoría paya (no gitana) aunque en algunos haya más concentración de gitanos y llegue a niveles elevadísimos de población gitana.
No está de más recordar a las generaciones más jóvenes de donde venimos. En los finales de los años 1950 y primeros años 1960 las ciudades hicieron un gran crecimiento y los problemas se fueron agravando sin que nadie se responsabilizara, ni urbanística ni socialmente, de atender las nuevas necesidades sociales con los servicios que se necesitaban en los nuevos barrios. De hecho, se irían generando conflictos, fruto de las injusticias y desigualdades crecientes, que surgían tanto de la forma de crecimiento como de la estrechez de miras y la estupidez de las soluciones que se iban dando a los problemas que las mismas acciones u omisiones engendraban.
Podemos constatar, igualmente, un espectacular crecimiento del número de población gitana acoplada (“integrada” socialmente) pero identitariamente gitana. En ocasiones esta población habia estado oculta. Eran familias que disponían de un cierto bienestar económico y algunas con los hijos escolarizados y con estudios de formación profesional o universitarios. Y a su lado otras muchas familías que viven en los márgenes del sistema social dominante.
Otro gran cambio se observa en el llamado movimiento gitano. En los inicios (años sesenta) era fundamentalmente y con su participación, un movimiento dirigido y llevado por payos. En la actualidad el movimiento mayoritario gitano es de los gitanos. Existen dificultades y diversidad de opiniones sobre el tema y esperamos que, con el tiempo, se solucionen.
Quizás el mayor de los cambios sociales que, en estos últimos años, se esta produciendo se de entre las nuevas generaciones de jóvenes y las mujeres gitanas. De hecho participan más en el espacio público, en el cual van teniendo ya voz pròpia o la van tomando.
En fin, ha habido cambios muy profundos en la población gitana, pero, por lo que conocemos de la situación, muchas cosas siguen permaneciendo como algo constante, a veces desde hace ya demasiado tiempo. También entre los gitanos el cambio está hecho de continuidad y discontinuidad.
Hemos podido acompañar de cerca a nuestros conciudadanos gitanos, algunos de ellos buenos amigos y amigas, en muchas de sus alegrías y sufrimientos. Hemos visto crecer a sus hijos e hijas y mejorar sus condiciones de vida. ¿Cómo olvidar los traslados forzados?; ¿cómo borrar de la frente el recuerdo de la vida de las chabolas, entre otros barrios, del Somorrostro o aquellos tricornios vigilantes del frio amanecer del día 19 de diciembre de 1969, cuando se llevaron, por fuerza, a cincuenta familias que quedaban en los tres barracones del Barrio de San Roque (montados en camiones como un mueble o un trasto más) a un destino desconocido, que resultó ser el de otras barracas en otro barrio de la gran ciudad vecina?. Cuarenta y dos años más tarde investigamos lo ocurrido en profundidad comprobando, con el dolor que da el conocimiento de las causas reales, los motivos mezquinos y las rivalidades políticas entre dos alcaldes franquistas, que llevaron a aquella bochornosa y vergonzosa situación. No se pueden ni deben obviar preguntas incisivas, entre indignadas y decepcionadas que hacían aquellas personas: «¿A donde nos lleváis?»; «no hay derecho, ¿es que no somos españoles?». La cita de García Lorca que encabeza este apartado la traemos a colación porque expresa el sentimiento vivo de la testigo y el del historiador de los hechos.
La vida de muchos gitanos españoles ha mejorado, sin duda. Hay que congratularse de ello. Pero, desde la perspectiva de la convivencia intercultural, es mucho el camino que queda por recorrer, que no es otro que el del respeto mutuo y el de una enorme paciencia que algún día permita superar el conflicto intercultural e histórico, manifiesto unas veces y latente otras, que existe con la minoría étnica menos valorada en nuestra sociedad.
Tan solo hace unas dècades, había una gran mayoría de población infantil sin escolarizar. Por una parte muchos no veían la necesidad y, por otra, había una gran escasez de escuelas. Una de las tareas hechas durante las últimes dècades fué lograr que las familias descubrieran la necesidad de la escolarización y otra la creación y reivindicación de que se hicieran nuevas escuelas. En este sentido ha habido un gran cambio, tanto en la sociedad como en el mundo gitano.
Ahora la preocupación mayor está en el paso a la secundaria y, en algunos barrios, en el absentismo y la desafección para con la escuela. Hoy es evidente el aumento del interés por la escuela, pero existen “centros guetos”, en barrios y zonas marginales. En enero de este mismo año , en un Informe Especial para Naciones Unidas, se recordava que cerca de un 64 %de los niños gitanos aún no completan la Secundaria Obligatória, cuando el resto de la población està en el 13% y se denunciaba que “no parece haber ningún plan o programa especifico para eliminar segregación educativa de facto, a pesar de la Estrategia Nacional para la Inclusión Social de la Población Gitana en españa 2012-2020”.
Otro estudio, de este mismo año, sobre el fracaso escolar de la infància gitana (Proyecto “Vakeripén” ) venía a concluir que “professores y mediadores se ven desbordados y sin medios para responder a las expectatives de muchas famílias gitanas”. Esto es lo que hay: un problema muy serio , que compromete el futuro de los gitanos.
Por otro lado, en Cataluña pudimos constatar que hay un gran número de alumnos gitanos en las escuelas privadas concertadas, a pesar de la opinión generalizada solo sabe ver alumnado gitano en las escuelas públicas, y que cada vez hay más gitanas y gitanos universitarios, aunque su número sea aún escaso. Este es un motivo de esperanza.
Como se ve, la paradoja està servida.
Una de las convicciones más arraigadas y claras que tenemos es que son ellos, los propios gitanos, quienes han de decir lo que quieren, hacia dónde van y cómo hacerlo. Y que no deben quedar solos ante problemas que afectan al modelo educativo y de sociedad que deseamos.
A nosotros sólo nos resta desear a los gitanos, con una expresión bien suya, un futuro con Salud, fortuna y libertad: Sastipen, baxt thaj mestipén.
Granada, 20 de febrero de 2019.