El lenguaje peyorativo, introducido de lleno en la discusión filosófico-lingüística, con sus palabras clave determina, de forma contundente, un rol fundamental en el establecimiento del estereotipo. En nuestro idioma el ejemplo prototípico es el término étnico ‘gitano’. Tanto es así que no se utilizaría la palabra gitano si no existiera una actitud negativa hacia el colectivo. Todo ello supone el embrión de la injusticia discursiva que sufre la comunidad gitana.

Los porcentajes y ratios que arrojan en el seno de la comunidad gitana en materia de educación son alarmantes. A cualquier gobierno, de darse dichas cifras en el ámbito educativo en la población general, le saltarían todas las alarmas y crearían una crisis de estado. Tratándose de la población gitana no existe este problema. Ni alarmas encendidas, ni crisis de estado. Entra, según el paradigma dominante, en parámetros de normalidad. Tan sólo un poco más del cuarenta por ciento del alumnado gitano termina la educación obligatoria. El resto vidas truncadas: seis de cada diez niños gitanos no terminan el periodo de educación obligatoria. Las causas y consecuencias del drama educativo en el colectivo gitano producen y cronifican las aptitudes por las que vamos en aceleración progresiva y en dirección opuesta al monoculturalismo y a la segregación.

Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible que conforman el esqueleto de la Agenda 2030, existen algunos que son puntos cardinales en el seno de la comunidad gitana española. Tales como el Fin de la Pobreza, Salud y Bienestar, Igualdad de género, Trabajo decente y crecimiento económico, y la reducción de las desigualdades, junto al último de éstos referidos a las Alianzas para lograr dichos objetivos. Uno por uno, y todos en conjunto los ODS mencionados, afectan y complementan las acciones a desarrollar en aras de paliar las desigualdades existentes en la población racializada, entre ellos los gitanos, de este país. La vulnerabilidad a la que se encuentra expuesta una gran mayoría de la comunidad gitana española cercena de raíz el mero intento a desarrollar una vida plena y con unos mínimos de dignidad para cumplir los deseos personales. Con la consecución de los 17 objetivos de desarrollo sostenible, contenidos en la Agenda 2030, la vulnerabilidad del colectivo gitano se verá reducido a la mínima expresión. Cosa bien distinta es que tan nobles objetivos se vean diluidos en la nada; de modo que se conviertan en un brindis al sol. Fortalecer las alianzas para lograr el pleno cumplimiento de todos y cada uno de los objetivos de desarrollo sostenible supone la consecución de la esencia de los principios elementales de la fraternidad universal.