MEDIOS DE COMUNICACIÓN VERSUS COMUNIDAD GITANA

por Ángel Giménez

Ángel Giménez

La imagen publicada y difundida por los medios de comunicación social no se ajusta en absoluto a la realidad de la comunidad gitana. Es una imagen estereotipada, trivial, nada rigurosa y, siempre, asociada a contextos negativos. Sin duda alguna la imagen social del colectivo gitano está bajo cero, cuando paradójicamente, en ámbitos de comunicación no masivos, los valores y la cultura del pueblo gitano gozan de buena salud, y son ensalzados en no pocas ocasiones. El simulacro, con su efecto de hiperrealidad, proporcionado por los mass media adquiere, desafortunadamente, status de realidad rellenando el desierto de lo real mismo. La deriva peligrosa del simulacro, en torno al ámbito informativo de la comunidad gitana, produce infelizmente efectos paralizantes, pues no sustituye a lo real sino que lo constituye.


La imagen social transmitida por los medios de comunicación de masas, en torno al colectivo gitano, se halla bajo cero. Desde aquí se pone en solfa todos los planteamientos teóricos en torno a la teoría general de la información, incluidos todas las imbricaciones epistemológicas y deontológicas de la comunicación y de la profesión periodística. El ámbito comunicativo no pasa por ser una excepción en torno al colectivo gitano, pues desde otras disciplinas acontece exactamente lo mismo, o quizá en el mejor de los casos, en peor grado. Dado que en la imagen transmitida del colectivo prima el simulacro y lo verosímil pero no lo real no nos podemos limitar a aceptar las apariencias sino que tenemos que esforzarnos en construir una realidad bien distinta de la habida, que refleje de forma fidedigna el ser verdadero de la comunidad gitana. No existe, en modo alguno, el concepto de neutralidad informativo respecto al colectivo gitano. Siempre, y por desgracia, todas las noticias se asocian a contextos negativos. Los gitanos y gitanas españolas tienen derecho a recibir una imagen digna, fidedigna y veraz, que participe de lleno en el derecho a la información que como ciudadanos de pleno derecho tienen acceso y no, como ocurre, a que se vulnere dicho derecho descontextualizando las informaciones y dando una imagen nada real (falseada), sin rigor alguno e inserta, en todo momento, en contextos negativos. El rol de los mass media, en este proceso, deja bastante que desear pues incrementan el sinsentido ofrecido por el simulacro y propiciando el efecto de hiperrealidad. Pues resulta que en la comunicación masiva, si no es todo lo que aparece no vamos a caer en la ingenuidad de que lo que no aparece no es. Las informaciones vertidas sobre la comunidad gitana participan del simulacro que constituye en sí mismo una realidad vigente y suplantando lo real mismo.

«En base al tratamiento informativo dispensado por los medios de comunicación social al colectivo gitano se podría, perfectamente, formular una teoría general de la desinformación».

Es necesario precisar que los medios de comunicación social transmiten únicamente una porción de la realidad. En el caso de la comunidad gitana, habida cuenta del auge de las redes sociales y del contenido audiovisual, del apogeo de las fakes news o del fenómeno clickbait, la imagen difundida y publicada no se ajusta a la realidad del colectivo. Dicha imagen es un simulacro: es verosímil pero no verdadera. Aquí se pone en solfa toda la teoría general de la información. Resulta importante hacer notar que, ni más ni menos, está en juego la imagen social del colectivo gitano. Una imagen sesgada, estereotipada, trivial y nada rigurosa. De modo, y se puede decir más alto pero no más claro, que la imagen difundida y publicada por los medios de comunicación social del colectivo gitano está bajo mínimos. Desgraciadamente esto es extrapolable a otros ámbitos tales como el educativo, el cultural, el social, el político y el económico.

Vistas así las cosas se puede colegir que el simulacro existente adquiere status de realidad vigente. Tanto es así, que en base al tratamiento informativo de la comunidad gitana, se podría formular una teoría general de la desinformación. Esto se da en nuestra época, en nuestros días en donde en el pensamiento metafísico occidental prioriza la apariencia engañando al presentarse como la verdadera esencia, a saber, como la realidad. La cuestión se da en una semiótica pulsional que privilegia el momento de lo real identificado con el simulacro. En nuestro caso, y así debería ser en la concepción holística de la realidad, del colectivo gitano no podemos limitarnos a aceptar las apariencias sino que tenemos que esforzarnos en construir una realidad bien distinta de la ‘oficial’ transmitida por los medios de comunicación social.

«La imagen publicada y difundida del colectivo gitano, a través de los medios, no se ajusta, ni se corresponde en absoluto, a su realidad. Es una imagen estereotipada, trivial y nada rigurosa. Además siempre se halla asociada a contextos negativos».

Las informaciones que trascienden a la microrrealidad de los medios de comunicación social, en torno al colectivo gitano, participan de pleno en la teoría de la Espiral del Silencio, formulada por Noelle Newman, por la cual al concentrarse en determinados géneros periodísticos, y siempre contextualizados alrededor de entornos conflictivos y negativos, estereotipados y tipificados (en absurdos tópicos), y de corte reduccionista, la imagen del colectivo sale, francamente, mal parada. En suma, la imagen de la comunidad gitana difundida por los medios de masas no se corresponde, en absoluto, con la realidad del colectivo gitano.

En realidad, y por desgracia, la imagen social que presenta el colectivo gitano está bajo cero. Sin paños calientes. Cualquier noticia asociada al colectivo gitano, en los medios de comunicación social, siempre está asociada a contextos negativos. La profecía newmanianna se plasma, en toda su esencia y extensión, al colectivo gitano. Y aquí, a mi modo de ver, se da una paradoja insoslayable: mientras por un lado se ensalza la cultura del pueblo gitano, por el otro se transmite una imagen, a través de los medios de comunicación social, paupérrima y nada rigurosa. La neutralidad informativa no afecta al colectivo gitano. Lo peor no es que los medios constituyan el tan mentado ‘cuarto poder’, ni que tampoco inopinadamente conformen la opinión pública (esto pasa por ser la falacia mediática) sino que son capaces de crear realidades colaterales. Definitivamente, vivimos en la era del simulacro, en la era de la simulación y de la liquidación de todos los referentes, no en la era de la realidad veraz. Aquí viene a cuento la sentencia de que una mentira repetida un millón de veces, sigue siendo mentira, aunque adquiera visos de verisimilitud.

«Por desgracia, la imagen social presentada por los medios de masas del colectivo gitano está bajo cero, sin embargo y paradójicamente en otros ámbitos se ensalza su cultura».

La teoría del simulacro, entre otros, se la debemos en gran medida a Baudrillard, en su obra ‘Cultura y Simulacro’, nos habla del efecto de hiperrealidad desarrollado por los simulacros, que intentan rellenar el desierto de lo real mismo. Los simulacros, definitivamente, no sustituyen a lo real sino que lo constituyen, y sin caer en idealismo alguno los simulacros no son lo imaginario que producen efectos de realidad sino que constituyen la realidad misma en su despliegue afirmativo y constitutivo de la hiperrealidad baudrillarniana. En la actualidad, y aunque el pensamiento posmoderno contemporáneo desarrolla un ataque profundo contra la distinción entre esencia, léase realidad, y apariencia, y teniendo en cuenta que no hay ningún hecho que obligue a establecer un contraste entre dos realidades ineductibles, existe una sola realidad la cual es siempre la esencia que no puede descomponerse en esencia y apariencia. La imagen social de la comunidad gitana resulta pura y dura apariencia. El completo rechazo de la opacidad, mostrar la verdad radiante una vez anuladas las ideologías retrogradas, nos debe ayudar a contemplar la realidad en sí misma. No se trata, en ningún caso, de mostrar una realidad de una vez por todas, eso es muy complicado y puede caer en lo utópico pero la tarea, que no es nada fácil, supone transformar muchas apariencias con lo que tenemos que renunciar definitivamente a la distinción realidad y apariencia. La comunidad gitana tiene derecho a recibir, por parte de los medios de comunicación social, una imagen digna, veraz y real. No se puede continuamente caer en el reduccionismo de lo negativo, que es la realidad cotidiana de los medios de masas versus la comunidad gitana.

«En el colectivo gitano se está vulnerando el derecho a una información veraz, rigurosa, contrastada y realista, siendo sustituida por la hiperrealidad que proporciona el simulacro informativo».

Lamentablemente esto no es lo más grave. Cómo rezaba en los expedientes militares, cuando en España el servicio militar era obligatorio, el valor se le supone. Aquí entendemos que la buena praxis, de los periodistas y profesionales de la información que desarrollan su profesión en plantilla o en colaboración son los medios de comunicación oficiales, se supone. La deontología está para algo, y los buenos periodistas saben de buena tinta de esta disciplina, o al menos se les supone. Así quedan registrado en los códigos éticos periodísticos existentes. Lo critico del caso, sin embargo, viene de la mano de los particulares. Cuando en las redes sociales, cualquier ciudadano o ciudadana particular se permite el lujo, saltándose a la torera los principios más elementales de la epistemología de la información, de expresar sus sentimientos, opiniones, conjeturas y valoraciones y, casi siempre cuando se refieren al colectivo gitano, asociándolos a contextos negativos se produce el ataque más execrable contra el sacro santo derecho a la información. Por supuesto, a una información veraz, rigurosa, contrastada y realista de una situación concreta. Los ejemplos son legión. Sólo hace falta echar una ojeada a las distintas plataformas digitales para constatar este hecho. Por no hablar de los ‘realitis’ televisivos, todos ellos sin excepción alguna, vomitivos.

Los gitanos, en concreto la imagen que se da del colectivo gitano, no vende. En el ámbito de la comunicación social dicha imagen, como se ha dicho y no es baladí la repetición, se encuentra bajo mínimos. Los gitanos sólo son noticias cuando se encuentran asociados a contextos negativos. Se evitan nombrarlos explícitamente como gitanos, eso sí, se sustituye el término por clan, por ejemplo que es lo más habitual, pero en realidad todo son eufemismos a granel que engrosan el simulacro social. Y, a diferencia de los informes anuales de ¿periodistas contra el racismo?, y de otros informes existentes patrocinados por diferentes entidades pro-gitanas, sobre el tratamiento informativo de la comunidad gitana, no me preocupa en absoluto el tratamiento de la prensa española ante el Pueblo Gitano, en el sentido de en qué territorio se escribe peor contra los gitanos, o en qué provincias aparece más el colectivo en la sección de sucesos. Lo mollar del caso no es puntual ni particular, el mal en el tratamiento de la comunidad gitana en los medios de comunicación social es sistémico. Para empezar y por de pronto, tanto en medios audiovisuales como en prensa, sólo aparecen en páginas de sucesos. Esto teniendo en cuenta únicamente el género periodístico de información. En cuanto al género de opinión en qué medida nos defienden o, por el contrario, nos atacan. O, lo más importante, que atención ha merecido la comunidad gitana a los periodistas, en el ámbito social, cultural, económico, político... En realidad ninguna, pues en cuántos actos han sido convocados los medios de comunicación para cubrir eventos de índole social y cultural y no han entrado en la agenda. El fenómeno de la ‘agenda setting’, que afecta de lleno a los medios de comunicación y a sus contenidos, excede estas líneas pero ahí se encuentra la clave de bóveda de la cuestión de la imagen social transmitida por los medios de comunicación. De nuevo, y recurriendo a una cita de Teresa San Román, maestra de todos en asuntos gitanos, que se ha hecho celebre y que recogemos aquí su espíritu y no su literalidad, se puede aplicar en toda su dimensión a este caso pues “sabemos muy poco de los gitanos casi siempre nos hemos tenido que conformar con lo malo que de ellos nos cuentan”.

En decir de los lideres gitanos, definitivamente, necesitamos de medios de comunicación propios. Todo esto implica profesionalidad, esfuerzo, muchas horas de trabajo y una importante aportación económica. A pesar de los probos esfuerzos, y a mi entender escasos, realizados por los gitanos y por las administraciones públicas, la guerra con los medios de comunicación social está perdida. Mientras no se involucre desde el ámbito académico, en las distintas universidades con sus facultades de comunicación, en el terreno de la deontología y la epistemología periodística, y exista una verdadera voluntad política de revertir la situación la solución final se halla ignota. Bien es cierto, y es del todo loable, que ciertas batallas se han ganado respecto a ciertas actuaciones racistas vertidas en los medios de comunicación, que atentan contra el honor y la dignidad del colectivo gitano, pero se quedan en mera anécdota.