EL LEGADO DE UN POPE

por Ángel Giménez

Ángel Giménez

Han tenido que pasar tres meses para poder calibrar las enseñanzas de un pope de la comunidad gitana española. Infelizmente, Enrique Giménez, falleció. Si bien es cierto que ha dejado un vacío muy grande y de imposible reparación no es menos verdadero que ha dejado un importante legado de sabiduría y bonhomía. Su obsesión fue la enseñanza y la educación para que las niñas y los niños, en riesgo de exclusión social, no se vieran relegados al olvido inaceptable. Tenía muy claro, y así lo expresaba monotemáticamente a modo de mantra, que paliar la situación de desigualdad inexistente en la comunidad gitana sólo sería posible elevando el nivel de instrucción del colectivo. Por todo ello confiaba ciegamente en el modelo educativo de éxito, que garantizará el pleno derecho y disfrute del básico y fundamental derecho a la educación en toda su plenitud. Estudioso de los modelos educativos de éxito, que condenan la segregación y garantizan resultados óptimos del rendimiento escolar y anulan el fracaso escolar y el absentismo, tenía claro que en la comunidad gitana española se está vulnerando, al menos, el sagrado derecho a una educación de éxito.

La otra gran enseñanza recibida, referida a la organización progitana, fue la falta de unidad en el colectivo gitano. La organización social gitana, a través de una miríada de fundaciones, asociaciones, plataformas ciudadanos y cualquier otra forma de vindicar la problemática del pueblo gitano, se ha convertido en una mera institución prestadora de servicios sin adaptación alguna al ideal democrático. Son muchísimas (quizá excesivas y, hasta insoportables), en su decir, demasiadas carencias que hoy en día sobrelleva la comunidad gitana. A continuación reproducimos, íntegramente, la ponencia pronunciada en Sevilla que alude a todas estas cuestiones y que quedan como jalones de un fenómeno social: la cuestión gitana, irresuelta.


Buenas tardes a todos. Es motivo de satisfacción compartir algunas reflexiones en torno a la comunidad gitana con todos ustedes. Quiero agradecer a mi amigo, Emilio Calderón, su invitación para argumentar sobre algunos aspectos del pueblo gitano, tarea a la que humildemente me he dedicado desde mi paso por la ‘Pastoral Gitana’, y posteriormente y hasta el día de hoy, en la ‘Fundación Punjab’. Para no aburrirles me he propuesto ser breve, y por ello espero no ser espeso, por lo que mi intervención la he dividido en dos partes. Una primera, con un brevísimo recorrido histórico —voy a despachar cincuenta años de historia, en poco más de treinta líneas—, que tiene como objeto situar las coordenadas deseadas del colectivo gitano con la estructura social y organizativa. En la segunda parte, abordaré algunos aspectos básicos para el pueblo gitano, a saber, educación-enseñanza. Y, como no podía faltar, para finalizar esbozaré unas breves pinceladas sobre el devenir del colectivo gitano, es decir, la ‘cuestión’ gitana. El punto de partida, de esta humilde intervención, se inscribe en la peregrinación internacional gitana, hace ya cincuenta años de ello en la ciudad italiana de Pomezia, en donde su santidad Pablo VI acuñó la célebre frase de «Los gitanos estaís en el corazón de la Iglesia». Sin duda ninguna sus palabras fueron motivo de reconocimiento a la comunidad gitana mundial.

«Es un insulto imperdonable que buena parte de la comunidad gitana se vea relegada al olvido inaceptable.»

Seguramente todos conocemos, a partir de Pomezia, a algunos sacerdotes y seglares que han ido acompañando a los gitanos y gitanas a vivir cristianamente, gracias a lo que muchos gitanos se han sentido Iglesia. No es el momento de hacer personalizaciones —porque me dejaría de nombrar a alguno y sería imperdonable— pero son muchas personas las que eran Iglesia, que se sentían Iglesia, y que se desvivieron acompañando a familias gitanas para ayudarles a tener una vida mejor. La triste realidad es que esas palabras ‘mágicas’ pronunciadas por Pablo VI —y repetidas por distintos sucesores suyos— son consideradas por muchos gitanos como palabras huecas que la Iglesia pronuncia sólo de ciento a viento: cuando la ocasión lo requiere.

«El futuro de la comunidad gitana pasa por paliar la situación social de desigualdad existente, y para ello es necesario y solo se conseguirá elevando el nivel de instrucción del colectivo.»

Una parte de gitanos, que nos sentimos Iglesia, echamos de menos el eco de las palabras de varios pontífices, y nos vemos relegados al olvido inaceptable. En contraste, con esas personas que se han desvivido por los gitanos, encontramos a la jerarquía eclesial. No oculto que no puedo hablar elogiando algunas de sus actuaciones. La consecuencia de la falta de conocimiento existente sobre la comunidad gitana ha derivado en que se han abandonado ‘detalles’ que en otro tiempo, no demasiado lejano se cuidaban mucho. Por ejemplo, las celebraciones en Mayo —aniversario de la beatificación de Ceferino— deberían ser recomendadas por todos los obispos. Craso error, en muchas diócesis, supone el olvido. Aquí parece que las palabras «Tranquila, hija mía, que a los gitanos, ni para bien ni para mal, les importamos nada», pronunciadas por el actor que encarna a Ceferino Giménez, en la película «Un Dios Prohibido», se ajustan más a la realidad que las de «...estaís en el corazón de la Iglesia». Porque el sentir de una parte de gitanos, que nos sentimos Iglesia, es echar de menos un seguimiento de los posibles milagros de nuestro Beato Ceferino. En Extremadura, concreta- mente, en la romería de Fregenal de la Sierra, se han oído manifestaciones dignas de tenerse muy en cuenta.

«El modelo educativo de éxito es, hoy en dia, fundamental para la comunidad gitana española.»

En el extremo opuesto del inadmisible olvido, nos encontramos donde si se cuidan los detalles, y donde las palabras mágicas, pronunciadas en Pomezia, alcanzan todo su esplendor y se convierten en realidad palpable. ¡Qué maravillosas las celebraciones anuales en Andalucía! Este año Lebrija, durante la procesión homenajeando al Beato, cantando gitanos/as y gachés, llorando y emocionándose la gente delante de la imagen, ha sido un buen ejemplo del camino a retomar, el que en su día ya fue andado junto a los gitanos y no al margen de ellos. Por ejemplo, la instauración de encuentros en la ciudad de Barbastro sería de vital importancia para que la vida y obra del beato Ceferino no cayesen en el ostracismo. Revivir el testimonio de estos gitanos, que han participado en la celebración del aniversario, nos hace sentirnos Iglesia y, por ende, más hombres. No cabe duda que se necesita mucha hombría para vivir y morir como nuestro Beato Ceferino. No quisiera finalizar esta primera parte de mi exposición sin apuntar una antigua idea, que con cierta mirada de preocupación, se ha convertido en cuasi obsesiva, y que me sirve para abordar de pleno la segunda parte de esta intervención: el futuro de la comunidad gitana. Simplificando, en decir de Santos Juliá, el ‘problema’ gitano. ¿Dónde vamos? ¿Hacia dónde nos dirigimos? Creo que son cuestiones harto importantes. Y son de vital importancia habida cuenta del estado de la situación. No se conoce el camino a seguir. El perfil de la singladura se ha desdibujado de tal forma que, definitivamente, y por desgracia, hemos perdido el norte. Sin querer, en ningún momento, ser apocalíptico tenemos que volver, a la mayor brevedad posible, a repensar la dirección que queremos para la comunidad gitana. Necesitamos encontrar un orden que se sabe tan perdido como necesario. Todos los esfuerzos deben ir en la dirección de búsqueda de ese orden. En las condiciones que se dan en la actualidad, ahora — en estos concretos momentos— me resulta harto complicado hacer un análisis para determinar la dirección que ha tomado la comunidad gitana. No me atrevo a señalar hacía donde nos dirigimos, sin embargo me atrevo a afirmar con rotundidad que paliar la situación de desigualdad existente sólo se conseguirá elevando el nivel de instrucción del colectivo. Por ejemplo, como ocurrió en los Estados Unidos de América, allá por 1866, la victoria nordista, y la consiguiente aprobación del Acta de Derechos Civiles (Civil Rigths Act), equiparó judicialmente a blancos y negros. Sin embargo no resolvió la cuestión de las relaciones interraciales. Sólo hace falta echar un vistazo a los informativos de cualquier cadena de televisión para ver el secular problemón que tiene el gigante americano. Digo esto porque, lógicamente y salvando las distancias, la cuestión social gitana en nuestro país, al igual que la cuestión racial al otro lado del charco, ha hecho aguas. Una cuestión de fondo latente subyace de todo este entramado. Algunos pocos lo han visibilizado muy agudamente, pero para la inmensa mayoría ha quedado invisible. No se han enterado. El profesor Santos Juliá ha comentado de soslayo el ‘problema’ gitano, diciendo textualmente, que de los Austrias a los Habsburgo y, posteriormente, a los Borbones la cuestión gitana «quedó por resolver», y señores, ahí seguimos. Lógicamente no se trata de adivinar el futuro pero lo que sí es bien cierto que nuestra actuación de hoy condicionará nuestro futuro. Y ahí hemos fallado la mayoría. A mi modesto entender el problema gitano se ha tratado como un todo unitario y uniforme, cuando la realidad es muy diferente. Es justamente todo lo contrario: la diversidad es uno de los rasgos más singulares de la comunidad gitana. Y esto lo puedo jalonar con cientos de vivencias acontecidas, aunque sólo mencionare dos, para no extenderme demasiado.

«La organización social gitana, para ser una organización reivindicativa, necesita ser mantenida económicamente por gitanos.»

La primera, cuando un gitano joven con mucha franqueza y respeto me dijo: «es que los gitanos catalanes tienen actitudes muy payas, o al menos, nosotros lo consideramos así».

La segunda, en Jerez, el caso del payo borracho en la barra del bar, siendo el dueño del establecimiento un gitano, y enfrentarse a otro gitano en defensa del payo cuando le dijo: «...la familia de este gachó nos ha quitao mucha hambre, si mi abuelica se enterara, se enfadaría mucho conmigo».

Pero volviendo a lo mollar, y para finalizar esta segunda parte, unos breves apuntes sobre lo dicho inicialmente: difícilmente encontramos en la cultura gitana algún aspecto propio, salvo la lengua. Aunque ésta, como se ha podido comprobar con el caso del Galéico, no es constitutiva por sí misma de ninguna entidad. Y si lo fuere, en ningún caso, es determinante.

«La falta de unidad en el colectivo gitano produce una organización únicamente prestadora de servicios.»

Son muchos los que sin ser gitanos hablan, correctamente, el caló. José Antonio Marina, con claridad meridiana, al respecto afirma: «la defensa acrítica de la propia cultura es peligrosa, muy peligrosa, porque supone una valoración dogmática de las tradiciones y atrincherarse es una afectividad irracional desde la que es imposible comunicarse con otras culturas». No debemos por tanto, por ejemplo, tener miedo a que nuestros niños y niñas aprendan el caló. Hoy en día no tiene ninguna utilidad para lo que se usaba en algunas épocas y si fuera un instrumento para reforzar nuestra identidad. Como colofón a estas reflexiones, y como he indicado al principio, quiero exponer unas breves notas sobre el devenir del colectivo gitano. Como se ha dicho, y no es baladí la repetición: paliar la situación de desigualdad existente sólo se conseguirá elevando el nivel de instrucción del colectivo. El modelo educativo es, hoy por hoy, fundamental para la comunidad gitana. Apuntaba un periódico de tirada nacional, en referencia al sistema educativo en nuestro país: «Nuestro futuro está en peligro porque casi la cuarta parte de nuestros estudiantes deja antes de tiempo la enseñanza secundaria». Imagínense ustedes, que los nuestros —los estudiantes gitanos—, en un elevado porcentaje, apenas terminan la enseñanza primaria.

Otra de las perchas donde apoyarnos depende, en gran medida, de nuestra capacidad de organización. Necesitamos una organización gitana mantenida económicamente por gitanos. Esto además de manumitirnos del consabido ‘sí señor’ nos encaminará a ser una organización más reivindicativa. Y no como ocurre ahora con la organización social gitana, a través de múltiples asociaciones, fundaciones y plataformas ciudadanas pro-gitanas, que se ha convertido en una mera institución prestadora de servicios sin adaptarse a la democracia.

Conseguir todo esto no es flor de un día. Pero tampoco es de recibo que se perpetue el problema como apuntaba Juliá. Son muchas las carencias que a día de hoy atesora la comunidad gitana. Aunque entiendo que esto sería motivo de varias jornadas de discusión. Por el momento, el problema gitano, hasta hoy, está por resolver.