EL PROBLEMA GITANO: ¿UNA CUESTION DE ESTADO?

por Ángel Giménez

Ángel Giménez

Desafortunadamente la cuestión gitana está por resolver. Instalados en el fracaso asimilacionista y en el éxito de la resistencia étnica, nos preguntamos: ¿está la solución en el reconocimiento ‘político’ del pueblo gitano? Obviamente con política asistencial, como hasta ahora, no vamos a ningún lado. El modelo asistencial empleado con la comunidad gitana ha fracasado estrepitosamente. El Estado, ante el problema gitano, ante la cuestión gitana, se ha desprendido claramente de sus fundamentos. La tarea no es nada fácil. El Estado tiene que abordar la cuestión gitana de suerte que no se haga tiránico ni que inste a la rebeldía a la minoría cultural gitana.


A estas alturas del campeonato todos estamos de acuerdo en los postulados básicos que desde los años sesenta ha vindicado, con más o menos acierto, el movimiento asociativo gitano. Por esa época se fue conformando un movimiento reivindicativo por la igualdad de los gitanos, por la integración social plena, por la liberación de su marginación y por la superación de la pobreza. El rico venero que supone el texto ‘Sobre la cultura gitana’, nos pone, de la mano de Antonio Carmona, sobre la pista de lo mollar en el desarrollo del que en su día fue un movimiento, en mi opinión emancipatorio para su época, cuando afirma: “... aunque los objetivos no creo yo que estuvieran muy claros en la mente de los iniciadores. Mucho más seguro es que sus continuadores han convertido estas premisas en disfraz de lucro personal y de impostura social. Han proliferado las asociaciones gitanas, los congresos, jornadas y encuentros se suceden. Los estudios, las acciones políticas de las distintas administraciones dedican fondos y otros esfuerzos... ¿un negocio? ¿una estudiada maquinación del poder para asimilarnos? [...] por este camino, los gitanos tendremos que disfrazarnos para defendernos de los que nos quieren salvar a toda costa”.

«En nuestros días se está reclamando un estatuto político, es decir, el reconocimiento político mediante ley orgánica del pueblo gitano.»

Aprendimos de Santos Juliá, historiador señero en este país, que el problema gitano pasó de los Austrias a los Ausburgo, y de éstos a los Borbones, y quedó por resolver. Seguimos en las mismas: sin solución y, lo que es peor, cronificando el problema. En nuestros días se está reclamando un estatuto político, es decir, el reconocimiento político mediante ley orgánica del pueblo gitano. Eso supone la creación de lobbys. Ahí es nada. La voz crítica señala que tenemos un movimiento gitano sin gitanos. La polémica no es nueva. Se gestó desde los inicios del pro-gitanismo. Pero lo mollar del problema reside en sus fundamentos. El movimiento gitano precisa, pues a día de hoy todavía no se ha dado, un debate colectivo, profundo y exhaustivo, determinando los objetivos y prioridades, con la participación de todos los afectados. Es el único modo en que se puede rescatar la racionalidad de este proyecto. En mi modesta opinión, hay que hacer tabula rasa. No sirve un mutatis mutandi. Urge desterrar todos los vicios y errores, pues de lo contrario nos encontraremos de nuevo en las mismas, a saber, el clientelismo. Retomo en este punto la narración de Antonio Carmona, cuando afirma: “... y, al fin, los pocos gitanos que están al frente, lo están por las posibilidades que les han dado los gachós, no por la confianza que han puesto los gitanos en ellos”.

«El movimiento gitano precisa de un debate colectivo, profundo y exhaustivo, determinado los objetivos y prioridades, con la participación de todos los afectados.»

Va de sí (¡¡¡Olé, tú, Antonio Carmona!!!) que “los gitanos nunca han emprendido una lucha por el reconocimiento institucional [...] Muchos ven con estupor y desconfianza los artefactos que se van creando para su bienestar y la salvaguarda de la cultura gitana”. El advenimiento de la democracia española, con su constitución de 1978, trajo consigo el desarrollo del fenómeno del asociacionismo gitano con sus postulados básicos de vindicación ante la administración de la problemática gitana y la defensa de la cultura gitana. Pues bien, tras casi cincuenta años de fenómeno ‘asociacionismo gitano’, el proyecto ha fracasado estrepitosamente. Los resultados ahí están. No dan lugar al debate. Ninguno de los ámbitos se salva: economía, vivienda, salud, trabajo, educación, ..., a pesar de todos los programas, intervenciones, acciones y experimentos con la comunidad gitana española. Periclitado el movimiento emancipatorio gitano (novedoso, moderno y liberalizador en su génesis), con el engendro del fenómeno asociacionismo gitano puesto en cuestión, por su estrepitoso fracaso y el malogro de tan valiosas oportunidades, la pregunta es: Quo vadis, gitanos? En el texto de cabecera para todos los gitanos españoles ‘Sobre la cultura gitana’, Antonio Carmona, ejerciendo de visionario, pues hace más de tres décadas que lo dejo por escrito, nos enseña: “está fórmula se ha mostrado ya manifiestamente incompetente, ineficaz e incluso contraproducente para solventar las carencias que afectan a los gitanos”.

«Periclitado el movimiento emancipatorio gitano, con el engendro del fenómeno asociacionismo gitano puesto en cuestión, por su estrepitoso fracaso y el malogro de tan valiosas oportunidades, la pregunta es: Quo vadis, gitanos?»

El fracaso tiene muchas causas y una clara consecuencia: el retraso cronificado que padece la comunidad gitana española. Como he insinuado se dice que la causa primera es que existe un movimiento gitano sin gitanos. No estoy de acuerdo. Ni es cierto. Esta afirmación precisa de matizaciones. Conocemos a gitanos que han trabajado en el entorno del movimiento asociativo gitano, desde la probidad y la profesionalidad, y han terminado apostasiando. Otros, sin embargo, se han perpetuado navegando en el mar del saber escaso: muchos gitanos, sin currículo ninguno, han ejercido de chivo expiatorio para que se perpetue el clientelismo. En esta tesitura se entiende bien que hayan proliferado por doquier las asociaciones pro-gitanas. El resto de los gitanos, mayoritariamente sin conexión alguna con el asociacionismo gitano, respirando nihilismo por todos los poros de su cuerpo y usuarios de la asistencia social . O sea, sobreviviendo. Esto es el modo en el cual los gitanos y gitanas españoles, quedamos condenados al asimilacionismo, puesto que las estrategias de resistencia étnica, enmmarcadas en el ámbito de las nuevas éticas públicas, quedan disueltas. ¡¡¡¿Qué le vamos a contar de ‘antigitanismo’, por ejemplo, a una gitana que tiene que salir a vender todos los días de su vida para poder comprar el sustento diario de toda la prole!!!?

Ciertamente los gitanos, en palabras del jubilado profesor Carmona, insistiendo en que el mérito es que su texto tiene más de treinta años, y creo que me quedo corto, en torno a las razones de por qué esto ha sucedido así: “...en ningún momento nos hemos adherido a tal esquema reivindicativo. Pero sobre todo es más grave y absurdo que se haya revalorizado la posición reivindicativa (asociaciones, intereses políticos, ...) pero ninguna reivindicación. Aún con todo se sigue insistiendo”. Voy a continuar con la voz de la sabiduría, a saber, la de Antonio Carmona, en unas líneas que no tienen desperdicio (y que coinciden de pleno con el espíritu de este artículo, que a la postre quiere ser un homenaje a aquellos gitanos que comenzaron con este lío cuando yo era un niño, me refiero al tío Peret de Barcelona, Pepe Flores de Córdoba, Antonio Silva de Badajoz, Juan ‘el Pipa’ de Valencia, Alberto Ruiz de Madrid, Antonio Torres, Juan de Dios Ramírez, y tantos otros que tan siquiera recuerdo...) : “Los gitanos hemos vivido mayoritariamente de espaldas al devenir de los tiempos, a remolque del progreso social y económico y fuera de las coordenadas de la industrialización y de la competitividad en todos los órdenes que caracterizan al mundo moderno. Sencillamente porque las condiciones, que históricamente se vienen dando, de marginación y desclasamiento, han evitado nuestro acompasamiento con el resto, con los no-gitanos. Parece igualmente que el tímido despertar de la conciencia colectiva gitana, lo que se ha denominado ‘movimiento gitano’ estuviera consiguiendo efectos negativos e inversos y se avivará más el fuego de la marginación y del racismo”.

«La tarea no es fácil: el Estado tiene que abordar la cuestión gitana de suerte que no se haga tiránico ni que inste a la rebeldía a la minoría cultural gitana.»

La cuestión gitana está por resolver. Infelizmente. Continuamos, y llevamos así desde el reinado de los Reyes Católicos, con dos evidencias palmarias: la primera, el fracaso del asimilacionismo y la segunda el éxito de la resistencia étnica. ¿Está la solución en el reconocimiento ‘político’ del pueblo gitano? Hete aquí la cuestión. Lo obvio es que con política asistencial, como hasta ahora, no vamos a ningún lado. El Estado, con referencia al problema gitano, a la cuestión gitana, se ha desprendido claramente de sus fundamentos. La tarea no es nada fácil. El Estado tiene que abordar la cuestión gitana de suerte que no se haga tiránico ni que inste a la rebeldía a la minoría cultural gitana.