INCIVISMO, DESIGUALDAD Y EDUCACIÓN

por Salvador Carrasco Calvo

Salvador Carrasco Calvo

El presente artículo, publicado en ‘Senderi’ en 2018 y no por ello carente de actualidad, refleja fielmente la terrible situación de la mayoría de los centros CAES esparcidos por el estado español. Salvador Carrasco aborda el problema de la pobreza educativa, poniendo en solfa, que, a pesar de los avances conseguidos, en determinados segmentos de población escolar el fracaso y el absentismo se están cronificando, como ocurre con el alumnado gitano.


El abandono prematuro de los estudios en España, según Eurostat, se situa entre el 20 y el 24% para los alumnos y las alumnas de entre 16 – 24 años. En los últimos años la media europea se situaba en un 11%. El porcentaje de jóvenes no graduados en la ESO es del 30 % : es lo que se acostumbra a llamar abandono escolar prematuro y fracaso escolar, respectivamente.

«El abandono de los estudios obligatorios y el fracaso estan agravándose, en una carrera sin freno, allá donde más pobreza existe y donde la desigualdad es más fuerte y sangrante. El problema afecta directamente a las familias, a las escuelas e institutos y a la administración educativa.»

A todo eso hay que añadir el 35 % de adolescentes que han tenido que repetir algun curso y el 20% de jovenes ,entre 15 y 29 años que ni estudian ni trabajan. Y si se pregunta cuantos niños y niñas, entre 10 y 15 años han visitado algún museo, alguna exposición o han ido al teatro los porcentajes se doblan. Tenemos un serio problema de pobreza educativa.

El éxito para todos y la pobreza educativa

Planteado el problema desde Cataluña, recordamos que ya en 1995 la Fundación Bofill venía alertando sobre la gravedad de la situación, en el año 2011 se publicaba un Informe sobre el riesgo de fracaso escolar en Catalunya (Barcelona, CTESC), dirigido por Xavier Riudó, que tuvo cierta resonancia pública. De hecho, el 28 de junio del 2012, la Consellería de Ensenyament, presentaría al Parlament de Catalunya una propuesta titulada “Ofensiva de país a favor del éxito escolar”. Era un Plan para la reducción del fracaso escolar en Catalunya, entre el 2012 i el 2018, en el cual se presentaba el fenómeno como un hecho multicausal. Entre les causas se apuntaban, la trayectoria escolar irregular; las causas cognitivas, actitudinales, emocionales, relacionales y conductuales; el estado socioeconómico y cultural de la familia y sus expectativas en relación a los estudios de sus hijos; y los entornos de elevada complejidad. Después de un buen diagnóstico cuantitativo y cualitativo, se fijaban hasta 10 ejes prioritarios de actuación. Finalizaba el año 2017 con un abandono prematuro de la ESO de un 17,1 %, viniendo de un 34% el 2003 y de un 22% el 2014. La indiscutible mejora en el conjunto de la población escolar catalana había que atribuirla al esfuerzo de los agentes educativos, en el marco de un Plan que, realmente , fue una “ofensiva” contra el fracaso escolar.

Sin embargo, estos avances no se aprecian aún entre los escolares de aquellos entornos que llamamos, eufemísticamente, “de elevada complejidad”: centros con mucha diversidad de alumnado, que acogen a los hijos de las familias más pobres , de minorías étnicas y en entornos sociales con altas tasas de pobreza severa, algunos de ellos auténticos “centros gueto” en barrios marginales. El conocimiento directo de las situaciones de determinados barrios nos lleva a la conclusión de que no solamente no se avanza, sino que estamos retrocediendo. El abandono de los estudios obligatorios y el fracaso estan agravándose, en una carrera sin freno, allá donde más pobreza existe y donde la desigualdad es más fuerte y sangrante. El problema afecta directamente a las familias, a las escuelas e institutos y a la administración educativa. Esta última, a pesar de haber previsto medidas específicas, de hecho ha prestado recientemente una insuficiente atención al problema, sea por los recortes que se vio obligada a hacer, sea por dejadez o por no priorizar la protección efectiva de los que más lo necesitan.

Ciertamente hemos de felicitarnos por los avances realizados. Pero hay que dar una señal muy seria de alarma, porque en determinados segmentos de la población escolar el problema se está haciendo crónico.

En el caso del alumnado gitano... la relación entre equidad y educación es muy compleja y más bien son pocos los profesionales, los especialistas y las instituciones públicas interesadas en plantearse el problema a fondo de una vez por todas. Mientras tanto la situación se va degradando poco a poco, aún contando con los indudables avances realizados en la escolarización de las últimas décadas.»

Se trata de una cuestión compleja: la pobreza extrema, persistente y estructural, puede afectar a un 40 % o más de la población infantil de algunos barrios y tiene relación directa con la obtención de las notas más bajas, la repetición de cursos, el paso de curso a curso sin haber adquirido las competencias básicas correspondientes, las deficientes condiciones de estudio, el absentismo y el abandono prematuro de la escuela.

La complejidad del problema no es excusa para dejar de abordarlo con más rigor, con más recursos y con una intensificación de medidas como las previstas en aquella “Ofensiva a favor del éxito escolar de todo el alumnado”, de la que hemos hablado.

El caso del alumnado gitano merece una consideración específica y a parte, como la realizada en el número monográfico de la Revista de l’Associació Enseñantes con Gitanos sobre las “Escoles Guetos” (no 33, 2016) al que nos remitimos. La relación entre equidad y educación es muy compleja y más bien son pocos los profesionales, los especialistas y las instituciones públicas interesadas en plantearse el problema a fondo de una vez por todas. Mientras tanto la situación se va degradando poco a poco, aún contando con los indudables avances realizados en la escolarización de las últimas décadas. Parece cumplirse la segunda ley de la termodinámica sobre el crecimiento exponencial de la entropia también en los sistemes sociales.

Conductas incívicas y socialización

Más allá de la pobreza educativa y de la necesidad de encarar, de una vez el fracaso escolar y el abandono prematuro de la educación obligatoria, creo oportuno plantear la cuestión de las conductas incívicas de un buen número de adolescentes / jóvenes y de la fallida educativa del proceso de socialización. Los comportamientos incívicos de adolescentes y jóvenes, el mal uso y deterio intencionado de bienes públicos o privados en la via pública, son identificados por los expertos coma actos vandálicos. Un fenómeno al que habría que añadir, entre otras cosas, la violencia gratuita con o entre menores en las calles o el bulling escolar. Según datos de hace unos años , de una muestra de 4.200 adolescentes y jóvenes, apróximadamente un 30 % de los y las jóvenes de entre 12 y 19 años, declaraban haber tenido alguna conducta incívica o vandálica (un 33% eren niños i 13% niñas) y un 24% haber cometido, alguna vez, pequeños delitos, como robos, (Diego Torrente, CIIMU, 2012). El fenómeno no parece haber ido a la baja.

Las conductas desordenadas o disruptivas de jóvenes y adolescentes son modeladas por los grupos de amigos, el ambiente de los barrios, la familia, la escuela y otros agentes de socialización presentes en la comunidad.

Los grupos de amigos son el factor de más peso y significación en este tipos de conductas. Amigos y amigas tienen una influencia normativa proporcional al tiempo que pasan juntos y a la posición del adolescente o el joven en el grupo: las collas o grupos de amigos son potentes transmisores de pautas y de conductas.

Otro factor de riesgo es el ambiente del barrio . Los entornos vecinales desordenados también favorecen estos tipos de conductas. Ya se sabe que el desorden llama a más desorden. Los barrios con drogas acostumbran a tener un efecto negativo en las conductas de los adolescentes y jóvenes que viven en ellos y las familias acostumbran a transmitir una subcultura marcada por tráfico cuando estan involucradas en el mismo. La presencia de drogas en los barrios son un predictor seguro de otro tipo problemas, que van más allá del desorden del entorno y tienen relación directa con relaciones vecinales tensas, con talantes que dificultan la convivencia y favorecen reacciones violentas o amenazadores. Los adolescentes y jóvenes salen malparados de esta influencia con formas de vida, actitudes y hábitos que predisponen a conductas disruptivas, vandálicas o violentas.

Las relaciones familiares son claves para hacer frente y modelar, de alguna manera, las conductas desviadas de los hijos e hijas. Muy frecuentemente a los padres les pasan desapercibidos los actos vandálicos de sus hijos y les son invisibles. Sin duda, la frecuencia del diálogo y la comunicación con los hijos, el control de les conductas y compartir las decisiones a tomar en cada situación resultan determinantes. Por el contrario el autoritarismo, la permisividad y la negligencia parental pueden neutralizar su influencia. La gestión de les relaciones familiares es un elemento con el que se debe contar, juntamente con la presencia de agentes de socialización, como pueden ser algunas entidades sociales juveniles, deportivas o de ocio educativo del entorno.

Una consideración específica merece el mundo de la escuela: un agente de socialización que incide, también, en la corrección y mejora de las conductas del alumnado, que desgraciadamente padece las consecuencias de las conductas disruptivas, a veces violentas o carentes de respecto, de los adolescentes y jóvenes. En los casos reales y extremos que conocemos en algunos barrios, se llegaron a dar agresiones físicas, insultos o faltas de respeto, amenazas, de mayor o menor importancia, al profesorado o a los equipos directivos; o actos vandálicos contra el material y el mobiliario escolar. Llega a ser alarmante la ausencia de estrategias y de los recursos idonéos imprescindibles que permitan hacer frente a las situaciones a pie de aula y de centro. Los casos extremos que conozco estan condicionados por la subcultura de la droga, que sorprende a un profesorado poco formado para encarar tanta complejidad y sin los recursos y refuerzos imprescindibles. Un profesorado poco habituado a tratar con las familias de los alumnos más conflictivos, ajeno y desconocedor de la vida del barrio y atemorizado ante determinados padres y madres. Nos referimos a alumnos, ciertamene, bastante conflictivos: chavales conocidos en algunos lugares como “dragones”, por aquello de que “ parecen sacar fuego por los dientes”, muchachos con cualidades de liderazgo y dotados de fuertes capacidades naturales. Personas que son las primeras y principales víctimas del desorden de los barrios, de la influencia de entornos sociales degradados y del fracaso educativo. Me resisto a admitir que, en la escuela, la solución sea únicamente el expediente, la sanción y la expulsión del centro, por más que en determinados casos sean medidas necesarias, siempre y cuando se actúe desde el respeto más estricto de la normativa de disciplina académica, común para todo el alumnado.

No crea el lector que exageramos. Al hablar de centros y aulas guetos, muy frecuentemente estamos hablando de todo lo que acabamos de describir. En estas situaciones más de un docente y un equipo directivo se han preguntado, con razón: dónde está la administració educativa; dónde la cooperación entre los diferentes servicios públicos; dónde las AMPAS; dónde la colaboración con las entidades del barrio... Basta ya de hipocresia: el fracasado es el sistema educativo y la sociedad en toda su amplitud, que son quienes merecemos un suspenso general.